La estética de bizancio en la Urgavo contemporánea

Antonio Salas Sola / Historiador del Arte y
Gestor Cultural.

Es Arjona ciudad milenaria, aquella elegida por la mayoría de civilizaciones, que han pasado por el sur de la península ibérica, para manifestarse culturalmente. Arjona se presenta hoy al turista como un lugar que presume de legado histórico, artístico y humano, ofreciendo al que pasee por su conjunto histórico la oportunidad de ser testigo de un patrimonio heterogéneo, singular y de raíces. El viajero que la disfruta va descubriendo a su paso los orígenes de un asentamiento del Bronce moldeado siglos después en “oppidum íbero”, celoso guardián de un legado material dinástico cuyo hallazgo, en 2007, resulta crucial para la protohistoria jiennense. Urgavo Alba, ciudad próspera de la Bética, esa, que viese nacer a Helvia Paulina, madre del filósofo Séneca, o aquella que hizo historia propia, como pocas, las consecuencias de los edictos de Diocleciano. De la efímera Urgavo a la siempre presente Aryuna, medina y villa medieval cuyos restos, aun visibles en la traza urbana, hablan de episodios históricos cruciales, presumiendo entre otros, ser cuna del reino nazarí y villa de realengo castellana. Es Arjona tierra de reyes y nobles hidalgos, heredera de un legado que se relame hoy de justicia poética al estar presente en los principales itinerarios culturales que se antojan imprescindibles, a ojos del turista, para un profundo conocimiento de aquellos que en un pasado fuimos.

 

Visión de la cripta desde el ábside.

Valga esta introducción para hacer comprender al lector que “de aquellos polvos, estos lodos”. Semejante legado gestó en esta localidad un desarrollo próspero y generoso en muchos sentidos, especialmente en cuanto al patrimonio humano. Este derivó en la existencia de notables mecenas e ilustres personajes que contribuyeron, a lo largo de la historia y especialmente en el siglo XIX, a una nueva edad dorada en la localidad, que incluso pasó a ser reconocida ciudad en 1891, y cuyos resultados son hoy visibles en algunos hitos artísticos y monumentales que, dada su singularidad, bien merecen un análisis específico y detallado.

 

Elijamos como sujeto lírico a Fernando Ruano Prieto, conocido como “Barón de Velasco”. Personaje controvertido, reputado y discreto cuyo legado patrimonial en Arjona despierta la admiración en aquel que lo contempla y curiosidad en aquellos que lo investigan. Su mecenazgo en Arjona tiene como obra culmen una cripta neobizantina a la que se incorpora su apelativo. Este mausoleo, ejecutado entre 1914 y 1930 y ubicado en el subsuelo de la iglesia parroquial de San Juan Bautista, formó parte de un proyecto ambicioso que logró transformar la ya existente capilla familiar de San Jerónimo en un complejo arquitectónico cripta-capilla que le valió ser uno de los conjuntos funerarios más reseñables de la diócesis de Jaén.

La autoría del proyecto recae en el arquitecto Antonio Flórez Urdapilleta, arquitecto que supo exponer, en la construcción que nos atañe, el efectismo estético del historicismo y el pragmatismo de la arquitectura racionalista. Esas virtudes arquitectónicas son visibles nada más acceder a la cripta, al proyectar una escalera que alterna tramos rectos y curvos que desembocan en un ábside elevado y separado en altura de la estancia principal, cubierta esta con bóveda vaída y dotada de muros perimetrales en los que se puede observar hornacinas o modo de arcosolios con terminación horadada, las cuales albergan tres nichos en cada una de ellas.
Al pragmatismo arquitectónico descrito se contrapone un programa artístico y decorativo inefable. Es precisamente en este plano donde entran en juego la figura de dos artistas destacados; el escultor valenciano José Capuz, artífice del programa escultórico; y el maestro italiano Giovanni, encargado del revestimiento musivario y marmóreo de las estancias principales. Capítulo especial merece analizar el programa artístico, tanto por la brillantez en la ejecución, como por su singularidad y relevancia en la iconografía planteada.
El programa escultórico, desarrollado por José Capuz, muestra la destreza de un artista consagrado que envuelve a sus esculturas en un halo apologético, conjugando perfectamente la pureza del mármol de Carrara, el clasicismo iconográfico y una estética moderna apreciable en los volúmenes y formas casi abstractas de las esculturas representadas, tres virtudes teologales: fe, esperanza y caridad, que exaltan las bondades presumidas al mecenas y su familia. También atribuidas al maestro Capuz son las metopas o altorrelieve en marmolina que flanquean los mencionados arcosolios, en ellas aparecen representados parejas de querubines con manos entrelazadas y bodegones alegóricos.

La pulcritud marmórea del programa escultórico, contrasta con los efectos lumínicos de la decoración musivaria que revisten la estancia principal y el ábside, y que tienen como artífice al mencionado maestro Giovanni. Es sin duda, el mosaico, el elemento decorativo más reseñable de la cripta, produciendo al instante, en aquel que lo contempla, un efecto de admiración, sorpresa e incredulidad.

Izq.: Detalle de la bóveda. Dcha.: Detalle de metopa. (Fotos: Antonio Salas Sola)

Es el efecto de esas miles de teselas con base de cristal de Murano, baño en oro y exquisitamente policromadas las que impresionan con su brillo en un primer golpe de vista. Asimilado el efecto dorado de las teselas, uno puede percatarse en la minuciosidad desarrollada en la ejecución y desarrollo iconográfico del mosaico, alternando la técnica del “opus tessellatum”, visible en los elementos geométricos representados, con la del “opus vermiculatum”, notable en los volúmenes, en los iconos figurativos de estética bizantina presentes en la bóveda. Contemplar el ábside y la bóveda principal nos recuerda la majestuosidad de un arte religioso eminentemente propagandístico, con un plantel iconográfico que emana de las fuentes iconográficas de la segunda edad dorada del arte bizantino (siglo X–XIII) donde las figuras pierden hieratismo, se impone la Hodegetria en la figura de la Virgen representada en el ábside y el pantocrátor centrando la bóveda y rodeado de cuatro ángeles serafines. Esta modélica representación figurativa es empleada, por ejemplo, en la iglesia de Santa María dell’Ammiraglio (S. XII, Palermo), también conocida como “La Marmotana”, que bien pudo servir de inspiración a la cripta que nos atañe, convirtiéndola a día de hoy, en uno de los ejemplos más representativos del arte neobizantino existente en el panorama artístico español junto a la iglesia madrileña de San Manuel y San Benito.

Este hito monumental no ha pasado desapercibido entre eruditos de la disciplina artística, literaria o audiovisual. Fruto del interés que despierta en quien la visita se han dedicado monografías sobre su origen, significado y valor artístico; novelas que han puesto en el punto de mira este espacio y a su artífice, otorgando tal relevancia que ha centrado episodios documentales de grandes productoras y medios audiovisuales nacionales e internacionales. La universalidad del arte, el patrocinio de personajes locales y la apuesta de Arjona por la conservación del patrimonio, permiten, a los miles de turistas que se acercan hasta ella, disfrutar de un espacio reducido que, como las buenas fragancias, guardia la esencia de un estilo que nos transporta a manifestaciones artísticas propias del Imperio romano de Oriente, Bizancio o a las siempre presentes, en los términos artísticos desarrollados, Venecia y Rávena.