El príncipe, de Nicolás Maquiavelo, constituye un importante aporte a la concepción moderna de la política. Su gran novedad e importancia estriba en que es una obra que contradice totalmente la tradición filosófica del pensamiento político antiguo en la cual la práctica política se encuentra ensombrecida por la idealización de gobiernos y ciudades utópicas. Al contrario, en El príncipe, Maquiavelo establece que el ejercicio real de la política implica situaciones reales con hombres y pueblos reales, cuyas conductas, decisiones y acciones, generalmente no responden necesariamente a la moral sino a las leyes del poder. De ahí que, en lugar de dedicarse a hacer juicios sobre la moral o la religión, se enfoque más en cuestiones de estrategia política. Así se expone la forma en que el gobernante debe hacer frente a situaciones o circunstancias que se le presenten, y establece que el principal fin de la práctica política es conservar el poder. Para demostrar sus teorías, Maquiavelo echa mano de situaciones históricas reales, que abarcan desde el mundo antiguo hasta su presente. Conviene acotar que El príncipe es la obra que da origen al término maquiavélico, utilizado con cierta carga despectiva para condenar prácticas inmorales o malévolas, cuando en realidad esta es una obra de gran valor por su conocimiento de la psique humana, el sentido común y el pensamiento pragmático.