El pasado año vivíamos unas navidades atípicas a lo que estábamos acostumbrados debido a la pandemia de la Covid-19. Las típicas comidas y cenas multitudinarias en familia, con amigos, con compañeros de trabajo o los besos y los abrazos se vieron frustrados por la situación que atravesábamos en aquel momento. Las restricciones para viajar o las limitaciones horarias y de personas, hacían que las navidades del 2020 fueran totalmente distintas a las de otros años. Todo apunta a que este año volveremos a vivir unas navidades más “normalizadas”, pero no podemos bajar la guardia. Aún con un alto porcentaje de personas vacunadas, cerca del 90 % de la población en España, tenemos que ser responsables.

Hablar de la Navidad es también saber que cuenta con diversidad de opiniones. Están los que la aman, los que la odian y también los que les da igual. Hay quienes la viven participando intensamente, los que no les gusta pero siempre se ilusionan si les cae algún regalo o los que les da igual pero hacen un paréntesis durante estas fechas para pegarse unos buenos empachos de comida. En definitiva, las fechas navideñas no gustan a todo el mundo o no las vemos de la misma manera.

La perspectiva además es muy diferente si la comparamos desde el punto de vista de un adulto y la de un niño. Por eso, si echamos la vista atrás y dejamos volar nuestra imaginación, ¿quién no recuerda su infancia colgando adornos en el árbol o montando con figuritas el belén navideño? ¿Y recuerdas la ilusión que hacía cuando nos daban las vacaciones navideñas de la escuela? ¿O cuando esperabas ansioso/a tus regalos de Papá Noel y de los Reyes Magos? Sí, exacto, hacerse adulto es una …, sobre todo en estas fechas.

Porque puestos a recordar, tampoco es lo mismo sentarse en la mesa en Nochebuena visto desde los ojos de un niño que ahora que eres adulto, donde se vuelven a repetir una y otra vez las discusiones de todos los años, y cómo no, metiendo a la suegra de por medio. ¡Benditas suegras, dejarlas ya en paz!

Efectivamente, los tiempos han cambiado, ya no somos los niños que éramos, y además, nos volvemos en muchas ocasiones egoístas y caprichosos. Cuando éramos niños contábamos los días que quedaban para que llegase la Navidad, ahora contamos los días que faltan para que acabe. Es más, de pequeños nos creíamos todo, hasta cuando tu tío desaparecía unos instantes del salón y se presentaba de pronto Papá Noel con todos los regalos, ¡menuda cara se nos quedaba!… Y cuando éste se iba, aparecía de nuevo tu tío y le decías: ¡tío, tío ha venido Papá Noel y no estabas!, a lo que él exclamaba ¡vaya, me lo he perdido, me ha pillado en el baño!… qué ingenuos éramos. Ahora, como adultos, no nos creemos ni a ese vecino que no te habla en todo el año y que de pronto te saluda sonriendo con un ¡Feliz Navidad!

¿Y qué me decís de los dulces? ¡Qué ricos estaban cuando éramos pequeños el turrón (menos el duro), los mazapanes, los polvorones, los bombones…!, ahora también lo están, pero nos da el sentimiento de culpa cuando nos “apretamos” media bandeja y exclamamos aquello de ¡Hala, a la mierda la dieta, para qué habré comido tanto!.
Igualmente, seguro que recordaréis esa última mañana en la escuela deseando salir “pitando” porque comenzaban las vacaciones de Navidad, incluso sin importarnos las notas. Aunque hay que reconocer que si teníamos varios suspensos íbamos bastante “acojonados” a casa por si nos quedábamos sin regalos en navidades. ¡Qué notas son éstas! -exclamaba nuestra madre- y añadía además, ¡Pues este año ya veremos si vienen los Reyes y Papá Noel!… nos quedábamos blancos ¿verdad? Pero al final venían, claro que venían, porque ver la felicidad reflejada en la cara de un hijo vale mucho más que unas malas notas. Ya tendríamos tiempo de estudiar más en los siguientes trimestres.

¿Y qué decir de esos familiares que tenemos lejos y que en contadas ocasiones vemos a lo largo del año? Estábamos deseando volver a reunirnos con esos primos y tíos que estaban fuera, además de que algún que otro regalo caía. Pero lo importante no era el regalo, que también, sino el volver a ver a esos seres queridos a los que tanto echábamos de menos sin darnos cuenta a lo largo del año. La ternura y la inocencia era palpable en situaciones así. Al fin y al cabo, ¿qué es sino la magia de la Navidad? Pues eso, inocencia. Una inocencia que cada uno de nosotros seguimos teniendo pero que, llegado el momento, dejamos de prestarle interés. ¿Recordáis con qué cara ansiabais de pequeños comeros un trozo de chocolate pringando nuestros dedos y boca de chocolate? Pues en ese mismo instante que dejamos de hacerlo fue cuando abandonamos nuestra inocencia. Porque, mucho más allá del consumismo que existe en nuestra sociedad, ese espíritu infantil es el que nos hacía apreciar todo lo bueno de estas fechas; los buenos deseos, la diversión, mirar con entusiasmo las luces navideñas, el cantar villancicos junto a los nuestros, los abrazos inesperados, las sonrisas sinceras, los gestos de asombro… y todo eso es lo más valioso.

¿Y por qué tenemos que crecer? Volvamos a ser niños otra vez, a jugar a tirarnos migas de pan los unos a los otros en la mesa en Nochebuena, a hacer pequeñas trastadas, a no tener preocupaciones… porque queremos disfrutar igual que cuando éramos pequeños. ¿Verdad que recordáis perfectamente lo mucho que disfrutabais y lo bien que os lo pasabais? ¿Sabéis por qué? Porque en el fondo todos nos acordamos de cuando éramos pequeños y disfrutábamos de estas fiestas, y eso es lo que intentamos y queremos transmitirle a nuestros hijos, sobrinos…, en definitiva, a los más pequeños, para que sientan lo mismo que nosotros sentíamos en nuestra niñez. Y es que, sin duda, la Navidad está hecha para los niños. ¿Quién es capaz de quitarle la ilusión y contarle los secretos de la Navidad a un niño? Nadie, o nadie debería, porque si les contamos los secretos y les quitamos la ilusión nos habremos defraudado a nosotros mismos.

Navidad en tiempos de pandemia.- Sí, la Navidad está a la vuelta de la esquina, de hecho, este año son muchos los comercios, y también los ayuntamientos, que se han adelantado bastante más que otros años llenando sus estanterías de artículos y dulces navideños e iluminando las calles. La realidad es que viviremos otras navidades en pandemia, donde el miedo y la incertidumbre estarán presentes en muchas familias, sobre todo en aquellas que han perdido a algún ser querido debido a la Covid-19. Pero asimismo, son otras, seguramente la mayoría, las que quieren volver a reencontrarse y reunirse en estas fechas, con la ilusión y la alegría de volver a celebrar unas navidades como las de antes.

Mari Ángeles, gerente de varios establecimientos hosteleros, fue una de tantos que tuvo que echar el cierre la Navidad pasada debido a la implantación del nivel 3, que obligaba a cerrar el interior de bares y restaurantes y con un aforo limitado en terrazas. Para este año, según señala Mari Ángeles, “esperamos que, aunque aún es pronto para hacer una estadística aproximada, haya más alegría e ilusión, de hecho, hay más ambiente, la gente tiene ganas y ya se están haciendo reservas, nada que ver con lo ocurrido el año pasado”. Las condiciones, indica, “son muy distintas, debido también a que la mayor parte de la población ya está vacunada, y eso, al fin y al cabo, da cierta seguridad”. Aun así, “debemos seguir siendo responsables y contar con ciertas medidas de seguridad, tanto por nuestra parte como por parte del ciudadano para que no haya repuntes y poder vivir unas navidades lo más normales posibles”.

Asimismo, destaca que “hasta que no finalicen estas fechas no sabremos a ciencia cierta si han sido mejor o peor que otros años, las previsiones pintan bien, y aunque me gusta ser precavida en este sentido, también debemos ser optimistas”. Además, señala que, “antes la gente era más previsora a la hora de hacer sus reservas en estas fechas, pero si algo nos ha enseñado la pandemia es a no hacer muchos planes a largo plazo, es decir, en la reserva de alguna comida o cena va a predominar más a la inmediatez en función de los datos y de cómo está la situación en cada momento”, concluye.

Por otro lado, el sector del comercio espera unas navidades cargadas de alegría, ilusión, y por supuesto, de buenas ventas. Así lo cree José María, responsable de una asociación de comerciantes, con unas expectativas de ventas y de gente en las calles que a priori pueden ser muy positivas. “Creemos que va haber mucha más alegría por parte de todos y que las calles y los comercios volverán a tener esa magia que existe en estas fechas”. Si bien es cierto, “todo va paso a paso, ya que, en cualquier momento, en el caso de que pueda haber un aumento de casos, podemos llegar a tener algún tipo de restricciones o medidas diferentes a las que estamos realizando”, indica.

Además, existe una gran preocupación por la falta de suministros de la que tanto se está hablando. Tras ver como el consumo comienza cada vez más a reactivarse, la recuperación se está viendo afectada por una crisis del comercio mundial. Los fabricantes y comercios ven con temor que falten ciertos productos estas navidades como prendas de vestir, productos tecnológicos o juguetes. Y el problema no es solo en mover productos de una parte del mundo a otra, ya que se sigue intentando fabricar lo suficiente para satisfacer la demanda, pero los fabricantes se han visto sorprendidos por la reactivación de este año tras recortar pedidos de materias primas el año pasado al no haber consumo, por lo que, ahora, las materias primas no llegan a tiempo. Por todo ello, y como indica el portavoz del comercio, “los negocios tienen más o menos cubiertas sus necesidades a día de hoy, pero cuando llegue el momento de reponer stock nos podemos encontrar con un problema de abastecimiento”. Y más aún cuando se esperan unas navidades mucho mejor que las pasadas. Y es que, “ya está habiendo en varias ciudades grandes problemas de producción y distribución, lo que puede dar lugar a que estas navidades las ventas se vean afectadas debido a la falta de suministros”, concluye.

 

Asociación Huella de Jaén

Desde nuestra Asociación Huella de Jaén queremos hacer un llamamiento a la concienciación, al respeto y a la empatía hacia y por los animales, en estas fechas festivas de consumismo queremos que la ciudadanía se conciencie a la hora de adquirir cualquier animal. Los animales NO deben de estar debajo de un árbol de Navidad, son miembros de una familia cuya adopción necesita una consideración minuciosa. Es un compromiso permanente y no debe tomarse como una sorpresa para alguien, pueden perder el interés deseado y pronto aparecerá en el hogar un motivo de discordia, como, por ejemplo, a quien le toca pasear el perro o limpiar el arenero al gato. Después de los días eufóricos de la Navidad, llegará la edad adulta del animal, y las dinámicas familiares donde hay que tener en cuenta que alrededor de 10 años vivirá a nuestro lado, debiendo de ser una decisión consensuada entre todos los miembros.

La Navidad, pues, puede no ser el momento más oportuno para incorporar un perro o un gato a la familia. En cualquier caso, si estás decidido a hacerlo, te recomendamos desde nuestra protectora, que optes por la adopción y brindes una segunda oportunidad a algunos de los miles de animales que la necesitan. Pueden conocer a nuestros perros y gatos en adopción responsable, en la web www.huelladejaen.org

 

Vivir la Navidad en el respeto hacia uno mismo y hacia el otro

Paqui González Gil /Psicóloga

No estamos en la obligación de vivir la Navidad en la cúspide de la felicidad como se nos exige”. Supermercados y comercios nos recuerdan con su habitual despliegue de dulces y artículos navideños en sus pasillos, que ya está a la vuelta de la esquina.

Con todas estas evidencias, aparecen también la incertidumbre, el miedo, la tristeza y la frustración junto con la culpa y la angustia porque muchas personas no sienten esa alegría y felicidad que imponen los cánones de la sociedad.

Vamos a vivir una segunda Navidad de pandemia, esa es la realidad, una Navidad donde siguen presentes ese miedo, esa tristeza, esa frustración; es natural sentir esas emociones ante esa incertidumbre que aún seguimos viviendo. Y muchos de nosotros ante la presencia de estas emociones nos haremos algunas de estas preguntas: ¿Estamos realmente obligados a participar de esta fuente de “buenrollismo” si en el fondo no nos sentimos cómodos? ¿Qué podemos hacer para vivir unas navidades sanas? ¿Y los más pequeños qué hacemos para aportarles seguridad si aún no están vacunados? Pues bien, os daré alguna recomendación para afrontar la Navidad siendo fieles a lo que realmente es significativo para nosotros. De eso va la Navidad y la vida.

Para vuestra tranquilidad os diré que no estamos obligados a participar de la Navidad si realmente no queremos. Por ello, si hay cosas que no nos apetecen nada, es recomendable comunicarlo a los demás de forma asertiva, desde lo que necesitamos y desde lo que sentimos. Si lo expresamos con amabilidad, los demás entenderán nuestra postura. Además, las emociones hay que atenderlas, prestarles atención, de lo contrario, puede ser contraproducente. Si deseamos vivir unas navidades “sanas” y optamos por compartirlas con familiares y amigos, nos puede ayudar: mantener una rutina diaria; planificar y delegar; repartir la carga de trabajo (comprar comida, cocinar, maletas si vas a viajes…); centrar la atención en lo agradable; charla con algún familiar, el paseo que tanto nos gusta por la mañana, una rutina de ejercicio…

Por otro lado, están nuestros pequeños. Aquí sería conveniente comenzar a hablar ya con ellos sobre el tema y explicarles qué es lo que va a ocurrir y como nos sentimos ante esta situación aún “desconcertante”. Preguntarles qué opinan al respecto y cómo se sienten, les servirá de ayuda para validar emociones, sentirse acompañados, escuchados y comprendidos. Y ¿qué hacer con familiares y amigos que nos repiten “lo caguica que somos”? ¡Si el virus ya se ha ido! Dedicar la menor atención posible a estos comentarios. Vivir y sentir la Navidad como de verdad deseemos hacerlo, desde el respeto hacia uno mismo/a y hacia el otro/a.

Texto: Juan Diego García-Abadillo Fotos: Pixabay