Arquitectura decimonónica al servicio del turismo de salud

Antonio Salas Sola / Historiador del Arte y
Gestor Cultural.

La naturaleza es caprichosa y por ende el ser humano conoce de sus bondades procurando siempre sacar provecho de ellas, así se justifica el desa­rrollo de asentamientos primitivos en torno a colinas amesetadas, márgenes de ríos o tierras fértiles. Si a estas premisas enume­radas, más que suficientes para el desarrollo de primitivos asentamientos, le unimos el privilegio casi divino de contar con unos manantiales de agua con beneficios demos­trados para la salud, nos ayudará a com­prender porqué el municipio de Marmolejo concentra en su término municipal más de doscientos yacimientos arqueológicos. El saber aprovechar estos recursos naturales ha sido una constante ya evidenciada por las primeras comunidades prehistóricas, ejerciendo de atractivo para los nuevos co­lonos e indispensable para los lugareños hasta el punto de convertir a Marmolejo, a principios del siglo XX, en un referente na­cional en desarrollo ingenieril y tecnológico equiparable a modelos presumibles a gran­des urbes.

 

Los manantiales de aguas minero­medi­cinales ejercieron de reclamo para miles de agüistas, hacendados y llegados de capitales en su mayoría, convirtiendo a este munici­pio en un ejemplo de desarrollo urbano ra­cional y vanguardista con ejemplos muy interesantes de arquitectura regionalista, aún visible en la ciudad, que justifican el desa­rrollo constructivo, a partir del último tercio del siglo XIX, de grandes edificios solarie­gos convertidos en hoteles o fondas nece­sarios, por otra parte, para albergar a una importante cantidad de agüistas que fueron increscendo hasta la primera mitad del siglo XX. Esto hizo cambiar por completo la fi­sionomía urbana de la ciudad, la dotó de un sistema de tranvías y condicionó notoria­mente la economía productiva de la ciudad hasta tal punto de denominar la temporada de agüistas, de abril a octubre, como “la tercera cosecha”.

Izq.: Una imagen del balneario hoy día. Dcha.: bronce de la diosa Higea. (Imágenes cedidas por el Instituto de Estudios Giennenses ­IEG­ y el Ayuntamiento de Marmolejo).

Todo esto es posible gracias a la existencia de un notable número de manantiales de agua mineral en el municipio, siendo tres de ellos los que coparán el protagonismo en adelante: Fuente Agria, San Luis y Buena Esperanza, estos concentrarán a su alrededor un sistema de infraestructuras orientadas al negocio medicinal, lo que pasó a denomi­narse como “El Balneario de Marmolejo”. De su primitiva arquitectura nada claro, algo más concretas son las fuentes que constatan un más que probable aprovechamiento ro­mano de los manantiales, pero poco señalan de sus primitivas infraestructuras, las cuales, con certeza podemos situar a finales del si­glo XIX, en consonancia con la galería de forja de acentuado estilo ecléctico, que con­ducía al agüista hasta la zona de toma de agua. De esta etapa (1860­-1890), es cuando se producen una serie de acontecimientos cruciales en el devenir de este balneario para las próximas décadas: la declaración de las aguas de utilidad pública (1869) y la irrupción de la figura de Eduardo León y Llerena quien asumiría la explotación pri­vada del balneario en 1883. Su visión em­presarial catapultó el balneario, adaptándolo a las necesidades de este tipo de centros, mandando levantar una zona ajardinada de nueve hectáreas de un exquisito diseño, que no tardó en ser el complemento perfecto para un aprovechamiento eficiente del cir­cuito saludable ofertado por el balneario, al que no tardó en incorporase una morada para el médico. Con este propósito de su­mergir al agüista en un ambiente plenamente saludable se antoja indispensable la presen­cia figurativa de la diosa Higea, que garan­tizase el patrocinio divino de la higiene y la salud entre los usuarios del balneario. Con tal fin se mandó colocar en lugar destacado, todo apunta a finales del siglo XIX, una es­cultura de bronce en su honor realizada en los talleres franceses de fundición Val D’osne. Lejos de ser un mero elemento alegórico a la higiene, o según las últimas in­dagaciones a las Nereidas, este elemento fi­gurativo, conservado en la actualidad en las instalaciones del balneario, se ha convertido en todo un icono de este municipio, acos­tumbrado por otra parte a valorar las vanguardias plásticas, como así se constata en el más que interesante museo de arte con­temporáneo, que bajo el patrocinio de Mayte Espínola, convierte a Marmolejo en adalid de las artes plásticas contemporáneas en la provincia.

Izq.: pro­ceso de embote­llado en los manantiales en el año 1906. Dcha.: visita de la Infanta Isa­bel, hija de la reina Isabel II en el balneario en 1915.

No es de extrañar por tanto y en función de lo descrito hasta ahora, que Marmolejo haya sido un municipio vanguardista ya desde principios del siglo XX y este hecho no pasó desapercibido por célebres perso­najes de la época que, arrastrados por las propiedades curativas de las aguas del mu­nicipio, anuncios singulares de la época y sus reconocidas menciones internacionales, escogieron Marmolejo como destino de sa­lud. La nómina de estos es amplia, pero sirva como referencia los siguientes: La Infanta Isabel, hija de Isabel II; el premio no­bel Ramón y Cajal; el General Serrano, Regente de España en el gobierno provi­sional de 1869; los hermanos Quintero y el literato Armando Palacio Valdés, entre otros.

Izq.: parada del tranvía en Mar­molejo.Dcha.: galería a los ma­nantiales y puente romano sobre el Guadalquivir.

La popularidad del balneario quedó in­tacta hasta el estallido de la Guerra Civil, antesala de un periodo de decadencia donde los incendios, inundaciones, como conse­cuencia de las crecidas del río Guadalquivir, y proyectos de regeneración no materiali­zados, llevaron a un abandono paulatino que es extrapolable a toda la infraestructura hostelera dependientes de este. Y así, dur­miendo el sueño de los justos, tras una breve segunda etapa de esplendor en los años 50, se presenta en pleno siglo XXI, cuando comienzan unas obras de remodelación, bun­kerización y puesta en va­lor de las instalaciones, que ven la luz en julio de 2018 augurando una más que probable tercera edad do­rada, en busca de recuperar ese flujo turístico que Mar­molejo tuvo hace 100 años y que convirtió a este mu­nicipio en un referente tu­rístico. No existe mejor cuña publicitaria para invi­tarles a visitar el espacio y beber de sus aguas, que aquella que dice: “Si quiere llegar a viejo, beba agua de Marmolejo”.