El apogeo arquitectónico vandelviriano en el Escorial Andaluz.

Antonio Salas Sola / Historiador del Arte y
Gestor Cultural.

Es Úbeda, junto a la vecina Baeza, ciudad patrimonio de la humanidad. Esta denominación confiere de antemano a las ciudades que lo ostentan las credenciales necesarias para reunir un conjunto histórico artístico envidiable. Pasear por sus calles, disfrutar de sus monumentales plazas y perderse por sus rincones más angostos evidencian la notoriedad de un legado patrimonial que representa, como pocos, la monumentalidad del Renacimiento del sur de Europa.

Curioso por su emplazamiento, distante del amplio catálogo de edificios monumentales distribuidos en el entorno de la plaza Vázquez de Molina, se encuentra el Hospital de Santiago. Edificio construido en la segunda mitad del siglo XVI (1562–1575) bajo el patrocinio del Obispo Diego de los Cobos como hospital de beneficencia, que prestara, como era preceptivo desde la Edad Media, un amplio catálogo de servicios que iban desde el cuidado y asilo de enfermos a servicios de asistencia espiritual, panteón o residencial de capellanes y administradores. Para dar cabida a todas estas funciones se proyecta un vasto complejo arquitectónico con sello vandelviriano, donde padre e hijo trabajan en un proyecto ambicioso que coincide con la etapa de madurez arquitectónica del segundo, Andrés, lo que le permite poner especial empeño y la dosis necesaria de experiencia en el diseño de este complejo arquitectónico que, sin duda, supuso todo un reto equiparable al de cualquier templo catedralicio.

(Fotos: Wikipedia)

Dotar de armonía y aspecto unitario a los distintos espacios que alberga el edificio fue uno de los principales retos planteados en el diseño del complejo arquitectónico. En su traza destaca un primer cuerpo de fachada de imponente crujía, flanqueada por dos torres, con espacios para vestíbulo y salas de enfermería, estos dan acceso a un patio porticado, en dos alturas, de proporciones amplias y simétricas que distribuye en torno a él las principales estancias del edificio (hospital, residencia, capilla y panteón). La capilla, generosa en su diseño, presenta planta de singular trazado, incluyendo coro elevado en el acceso, nave principal con forma de H propiciada por dos cruceros separados por volúmenes de dos torres distribuidas a mitad del templo; además la capilla se completa con presbiterio rectangular, sacristía y antesacristía. Este eficiente y meditado diseño planimétrico, alejado de las plantas cruciformes de las fundaciones de hospitales de los Reyes Católicos, tiene su correspondencia en la armonía de volúmenes generados en su alzado, lo cual le confiere al complejo arquitectónico la dosis de sobriedad, simetría y majestuosidad que le han valido el apelativo de “El Escorial Andaluz”. Ejemplo de ello es la fachada principal elevada sobre lonja donde la sobriedad regía es sutilmente quebrada por una portada simple de arco de media punto con cuerpo superior de ornato clásico donde se enmarca el relieve alegórico a Santiago Matamoros, Apóstol a quien se advoca el complejo hospitalario. Contagiadas de la sobriedad de la fachada las torres que la flanquean, las cuales presentan decoración de teja vidriada en cuerpo superior que le otorga identidad al edificio.

La mesura de las formas del patio, porticado con columnas de mármol de Carrara y capiteles de orden corintio, contrarrestan con el detalle ornamental de las bóvedas vaídas de las esquinas y, especialmente, con el doble cuerpo de escalera monumental de acceso al cuerpo superior, resuelto este con bóveda “colgada” decorada con frescos a modo de casetones de temática variopinta. Mención especial merece la capilla mayor, espacio religioso al cual se accede mediante una reja diseñada por el propio Andrés de Vandelvira. La singularidad del templo le confiere tener un apartado destacado dentro del complejo arquitectónico. En su desarrollo el arquitecto utiliza las formas de cubiertas abovedadas (vaídas y de medio cañón) ya empleadas en otros templos pero combinadas de tal forma que el resultado le confiere a la capilla una monumentalidad inusual en los espacios religiosos hospitalarios. La carencia de elementos arquitectónicos en el alzado es suplida por la decoración de frescos de las bóvedas, de inspiración italiana, cuyo protagonismo es notorio junto al retablo que preside el presbiterio, cuyos originales son datados a finales del siglos XVI y atribuidos a Pedro de Raxi y Gabriel Rosales, autores también de las pinturas de la sacristía y antesacristía, donde el trampantojo pictórico soluciona la sobriedad arquitectónica de sendos espacios.

La magnitud de planteamientos arquitectónicos desarrollados unidos a soluciones artísticas de un incipiente manierismo le han valido el privilegio para ser catalogado como Monumento Arquitectónico Histórico-Nacional en 1917, cumpliendo su funcionalidad primitiva hasta 1975. En la actualidad compagina su función como hito turístico, de obligada visita, con el de espacio cultural donde tienen cabida actividades tan variopintas como sede de biblioteca, auditorio para conciertos, conferencias y congresos.