Fermín Chorro Barceló, creador de la firma Expomoto, lleva desde los años 60 vinculado al negocio de las “dos ruedas”; cuando se incorporó al negocio familiar, en la calle San Clemente, su padre vendía y arreglaba bicicletas, era la época de “pilla pantalones”. Hoy día lidera una estructura empresarial presente en varias zonas Andalucía, pero sigue con dos (o tres) ruedas, entre bujías, vespas y accesorios moteros.

Mucho ha cambiado el panorama de la movilidad urbana desde que su padre apostó por este nicho de mercado, tras la postguerra, instalándose en Jaén y convirtiéndose en referencia inequívoca en su sector.

Hablar de motos en Jaén es hablar de Expomoto, y pensar en bicicletas es citar a Fermín Chorro; no hay jienense que no conozca su escaparate de la calle Baeza, frente al parque de la Victoria, donde las vespas visten “de largo” con los primeros rayos de sol de la mañana. Pese a que estas “scooters” no son el único producto que vende dicho establecimiento son, sin duda alguna, la insignia del mismo; toda una cultura “vintage” hacen de estas motos un objeto de deseo, relevando a un segundo plano (pero con no menos importancia) marcas como KTM, Moto Guzzi, Kimco, etcétera.

Izq.: Fermín Chorro junto al retrato de su padre, fundador de la empresa. Dcha.: Fermín en los años 80 en la exposición de motos de entonces.

Una vez dentro, Fermín atiende, muy amablemente, las preguntas y datos que se precisan para hacer este reportaje; a la vez no desatiende su negocio, pese a que hoy día sus hijos han cogido su testigo. Es un hombre entregado, en cuerpo y alma, a sus motos, sus empleados…, un trabajador nato.

Chorro cita la historia empresarial de su marca en su despacho, presidiendo él mismo una fotografía de su mentor (Fermín Chorro, el jienense de las bicicletas); su entusiasmo sobre el tema no deja indiferencia, pues lo vive, a sus 73 primaveras, como si de un chaval se tratara, como cuando empezó, a los 16 años.

Esta empresa, que comenzó en un pequeño establecimiento a finales de los 70, con tres trabajadores, se ha convertido en un grupo que tiene presencia no sólo en la provincia, sino en las colindantes; en cuanto a las marcas que ofrece actualmente, ha pasado de dos /tres firmas a comercializar Yamaha, Kimco, KTM, sin olvidar sus clásicas vespas y guzzis, insignias atemporales de su negocio. La plantilla se acerca al medio centenar, y sus escaparates suman cientos de metros cuadrados; un crecimiento exponencial en torno a moto, taller y accesorios.

La oferta motociclística también se ha ido transformando desde sus inicios, dado que hace años el mercado demandaba, sobre todo, pequeños ciclomotores de 49 cc, y apenas algunos “scooters” de media cilindrada se sumaban a sus artículos; hoy día, el cliente demanda más el cubicaje del octavo de litro (125), pues la facilidad de permiso de conducción, unido a la polivalencia urbana y peso de este tipo de motos, la hacen ideal como vehículo diario, pasando del 2 al 4 tiempos, y olvidando el cliente los clásicos ciclomotores.

El cliente se ha transformado, al igual que las necesidades del mismo; anteriormente la moto estaba considerada un vehículo de trabajo (al estilo de las “puchminicross”, tristemente desaparecidas), y ahora forman parte más del ocio, pesando más que la funcionalidad. Al hilo del uso de moto como vehículo de recreo, las ventas de alta cilindrada de firmas como Guzzi y KTM han acaparado buena parte de las ventas del sector, tanto en sector de campo como en carretera; aspectos como la fiabilidad mecánica hacen que el cliente se decline por ellas. Fermín narra que un cliente tiene un conocimiento exhaustivo del producto que quiere, dado que las webs de las marcas y foros de aficionados no le son ajenos: el aficionado entra por la puerta con las ideas claras de lo que busca, cuenta Fermín Chorro.

Izq.: Concha, administrativa de Expomoto Jaén. Centro: Dos empleados de la empresa trabajando en la sección de repuestos, precisamente una de las actividades que han convertido a Expomoto en referente en su sector. Dcha.: Escaparate de Expomoto en los años 70. 

En el pasado, era “pre internet”, el cliente iba a la tienda sin saber a ciencia cierta lo que quería, con el único apoyo de sus gustos personales, y los contrastaba con el vendedor de motos, con el beneplácito de su antecesor, que también lo acompañaba. La situación actual ya no es la misma, pues el perfil del potencial comprador cambia generacionalmente. Ya no es el adolescente que compra un ciclomotor, sino un adulto en edad laboral que busca en la moto una “evasión de su quehacer diario”. Distinto perfil con más poder adquisitivo.

El género también ha “virado” con respecto al pasado motero: no sólo hombres buscan la moto, sino que hay un auge del género femenino; hay marcas que incluso diseñan productos específicos para ellas, tanto en volumen, cubicaje y color. Las mujeres ya no tienen el papel de acompañantes moteras, subiendo lateralmente. Pilotan sus “máquinas” al igual que el sexo contrario.

Como no se vive sólo de vender motos, la división de accesorios, taller y repuestos complementan la oferta del establecimiento; de hecho, Expomoto es un referente de su sector. En su sótano el cliente puede encontrar desde faros de leds de última generación hasta bujías y bombillas de época. La coexistencia entre “lo nuevo y lo viejo” es clave para dar cabida a todo tipo de clientela, no olvidando la oferta de todo tipo de cubiertas.

Tampoco faltan en este establecimiento todo tipo de accesorios como cascos dedicados, botas de enduro, chaquetas “Garibaldi” y un largo etcétera que cumplimentan todo lo necesario para que un motorista circule con total seguridad.

Hasta hace apenas dos décadas, el casco era opcional; actualmente hacen falta incluso guantes para estar dentro del tándem seguridad /legalidad. En la firma lo tienen muy presente, innovando con sus productos de última generación, donde todo está informatizado, pero que convive, curiosamente, con libros de actas de los años 70; vaya a ser que se tenga que “echar mano” de los antiguos registros. Éste es el campo donde trabajan la mujer y la cuñada de Fermín, codo a codo con el jefe. Si se escapa algún dato, estas mujeres (que llevan toda la vida en la empresa) lo corrigen; lo mismo detallan el precio actual de una vespa que miran el coste de un ciclomotor vespino a finales de los 70 (en torno a 20.000 pesetas).

La moto sigue presente en la vida diaria de Fermín; pese limitar el uso para las “tareas urbanas”, (pasando de las marchas al gas, y de 2 a 4 tiempos), recuerda con cierta añoranza los tiempos pasados, donde ir en moto significaba algo distinto al panorama actual. No cree que las eléctricas copen el mercado en un futuro cercano, pues al motero le gusta “escuchar el sonido” de su moto. Ya con la continuidad generacional asegurada (incluso sus nietos son aficionados, montando desde pequeños), le queda carretera para rato a esta empresa que, a buen seguro, continuará muchos años más si trabajan como hasta ahora, manteniendo la fidelidad de su clientela.

Texto: Manuel Miró
Fotos: Cedidas por Expomoto, M. Miró