Evitar la mancha de aceite sobre el mantel, y las manos pringosas de paso, llevaron a Rafael Marquina a rediseñar un objeto de uso cotidiano en 1961. Con gran éxito, a tenor de lo mucho que se ha copiado desde entonces. Marquina (1921-2013), tras detallada observación, reformuló un objeto de uso cotidiano. Resolvió el problema aplicando una doble forma cónica: la primera a modo de recipiente y otra, de menor tamaño, colocada a la inversa, que hace las veces de embudo a la altura del cuello. Así dio con la silueta que recuerda a un matraz de laboratorio y cuya funcionalidad permitía prescindir del asa y no desperdiciar ni una de esas escapistas gotas. Otro de los aciertos que la catapultaron al éxito, si acaso este se puede medir en la alegría con la que se ha imitado, es su amplia base que hace casi imposible que el recipiente vuelque y, no menos importante, el vidrio transparente para apreciar los matices del aceite, o del vinagre en su caso. Su éxito ha sido tan grande que se ha expandido hasta colarse en prácticamente todos los hogares. En la actualidad la única que cuenta con el sello oficial y que responde al diseño original (que obtuvo sendos Delta de Oro en 1961 y 1986) es la que comercializa la empresa Mobles 114, con un precio de 33 euros.