Las procesiones de Semana Santa no se van a celebrar en ningún punto de España pero el trabajo previo de todo un año ya estaba hecho. Esa labor callada y de puertas para adentro, como estamos ahora millones de personas en todo el mundo, en sus casas, por la crisis del coronavirus, es la que queremos sacar a colación en nuestro reportaje, el de miles de cofrades que se afanan con entrega y dedicación, quitando horas de ocio con sus familias, a que el paso y sus titulares salgan dignos a la calle en su estación de penitencia. Muchos ya trabajan en la Semana Santa de 2021 mientras otros se solidarizan con los más vulnerables en esta pandemia.

 

Esta crisis del coronavirus ha hecho que las prioridades de los seres humanos cambien. La vida por encima de todo, la esperanza frente al miedo y la unidad y solidaridad como halito de supervivencia de una sociedad confinada en sus hogares, que está siendo respetuosa con los tiempos de aislamiento dictada por las autoridades gubernamentales. De mo­mento al cierre de esta edición, el confina­miento estaba previsto hasta el 11 de abril en el que, según el calendario de esta Cua­resma, se celebra el Sábado Santo, víspera del Domingo de Resurrección, tramo final de una Semana Santa que, como bien indi­can desde la Conferencia Episcopal, será distinta e inédita pero será, porque la Se­mana Santa no son solo procesiones, “esta situación excepcional nos convoca a una creatividad pastoral para ayudarnos unos a otros a vivir la Cuaresma y la Semana Santa de una manera nueva”, aseguran.

Lejos de entristecer a muchas familias cofrades, que sí lo ha hecho, porque algunos empezaban este año su salida penitencial, otros celebraban su aniversario, otros se despedían del cargo, los de más allá estre­naban atributos, aquellos habían incluido alguna figura nueva en el paso, la mayoría contaba con nuevas marchas procesiona­les…, lo que sí estaba claro es que todos ellos ya tenían una gran parte del trabajo hecho, un trabajo ingente que es preciso co­nocer y reconocer por parte del resto de la ciudadanía que ignora el tiempo y la dedi­cación que conlleva la organización y pro­gramación de una de las manifestaciones y tradiciones de más arraigo en España. Desde estas líneas le daremos algunos apuntes al respecto.

LA IMPORTANCIA COMIENZA DEBAJO DEL PASO.­ Esteban ya tenía dispuestas todas sus hojas excel de ensayos de costaleros, reco­rrido y horarios de llegada en cada tramo, con los itinerarios musicales correspondien­tes de su paso de Viernes Santo para la Se­mana Santa 2020. Un auténtico rompeca­bezas para cualquiera pero no para un capataz como él, espejo visible de una her­mandad que tiene la entera obligación de velar por la cuadrilla de costaleros, de sacar el paso a la calle y traerlo de vuelta sin nin­gún contratiempo ni daño. Una tarea nada fácil que no se realiza en vísperas de la pro­cesión, ni siquiera un mes antes, sino que lleva un proceso de todo un año y que se intensifica a partir de las Navidades previas a la Pasión de ese año.

Para él, y sin desmerecer al resto de car­gos y funciones dentro de una cofradía, uno de los aspectos más importantes de una procesión de Semana Santa comienza debajo del paso, gran parte del éxito depende de las decenas de personas ­40, 30…­ que portan una o varias imágenes en un trono, en ellos está la responsabilidad de guiar al resto, de ser fieles portadores de un Cristo crucificado o de una Virgen Dolorosa o de cualquier imaginería representativa de cada una de las escenas de la Pasión de Jesús, además del compromiso de velar y garanti­zar la seguridad de un patrimonio histórico, con un valor incalculable. El propio Esteban, también costalero de varias herman­dades, se confiesa: si tuviera que elegir entre capataz o costalero, se decantaría por este último a sabiendas de que por su edad tiene los años contados, aunque mientras pueda, piensa disfrutar al máximo, “no entiendo una Semana Santa sin estar de­ bajo del paso”.

Nunca ha calculado el tiempo que em­plea siendo capataz, pero deteniéndose un poco, grosso modo, cree que todo un mes de su vida al año, 720 horas, las de­dica por entero a organizar y programar la salida de su titular, a lo que habría que sumar las horas que dedica a participar en actos de cuaresma, jornadas cofrades, encuentros de hermandad y un largo et­cétera. En la tarea de capataz de una her­mandad le suelen acompañar el subca­pataz y dos contraguías que, en los días de procesión, van junto al paso, refor­zando las indicaciones del capataz, pero también trabajan como el que más du­rante los preparativos.

LA MÁXIMA RESPONSABILIDAD.­ Por en­cima de todos existe una cúpula, junta de gobierno o junta directiva que toma las decisiones principales de la herman­dad, donde existe un hermano mayor, un secretario, un tesorero y vocales que son los que sostienen los cimientos y estruc­tura de la hermandad. Ellos deciden las líneas generales de la cofradía, cómo va a ser la estación de penitencia del año en curso, la restauración de imágenes y atri­butos, los actos y cultos de Cuaresma, los pregones, la asistencia a los hermanos, la bolsa de caridad, las contrataciones de agrupaciones musicales, de flores, la cera, la disposición de túnicas, capirotes, la aprobación de cuentas…

El hermano mayor es la cabeza visible, el responsable de la hermandad ante el Obis­pado y representante ante las instituciones, él debe vigilar por el cumplimiento de los estatutos y la normativa diocesana así como velar y salvaguardar el patrimonio de la hermandad. Sus tareas administrativas y/o ofi­ciales también son importantes como res­ponsable de las convocatorias de asambleas, reuniones o participación en eventos así como portavoz ante los medios de comuni­cación. Asimismo, el hermano mayor da luz verde a todos los contratos, gastos y presupuestos aprobados por la hermandad. Como en cualquier empresa o colectivo, un hermano mayor debe estar pendiente de cada movimiento que se hace en la cofradía, puede conllevar mucho tiempo y dedica­ción, que se dilata cuanto más cerca está la Semana de Pasión. Todos los hermanos ma­yores constituyen una Junta o Asociación de Cofradías en la que actúa como presi­dente y representante de todas las herman­dades de una diócesis.

También existe la sección de Mayordomía que prepara el paso para su salida peniten­cial, los mayordomos y las camareras que visten y preparan el trono. El mayordomo es el responsable y custodio de todos los enseres y bienes de la hermandad, manteniendo todo en perfecto estado y realizando las contrataciones autorizadas por el her­mano mayor o la junta de gobierno.

Por su parte, el secretario es, al igual que en otra entidad, el que levanta acta de las reuniones de los órganos de gobierno; lleva al día los libros de actas, recibiendo a los nuevos hermanos y elabora una memoria anual de actividades, entre otras muchas funciones. El tesorero de una hermandad tiene a su cargo los pagos, cobros de cuotas de los hermanos, limosnas y donativos, con­trolando el cumplimiento del presupuesto anual. Además de llevar al día el libro de cuentas, debe estar a disposición del hermano mayor o la junta de gobierno para cuando soliciten un estado de cuentas, en­cargándose junto con el secretario de la con­fección y reparto de papeletas de sitio (cuota que se paga para la reserva de espacio en la procesión –puede variar dependiendo de la hermandad, aunque en otros casos se abona junto con la cuota anual de cofrade o no está contemplado­). Destaca­bles son, asimismo, la labor de los vocales que colaboran en todos los trabajos de la hermandad, pudiendo actuar como mayor­domo, secretario o tesorero segundo, así como delegados de la junta de gobierno para las comisiones que sean designados.

Importante es, por último, el director es­piritual, consiliario o sacerdote que repre­senta a la autoridad eclesiástica dentro de la hermandad, asesorándola en toda su labor, sirviendo de guía espiritual de todos los her­manos y presidiendo sus cultos.

Una vez que las decisiones y directrices están tomadas por parte de los órganos com­petentes, el capataz continúa su trabajo llevando a cabo la primera de las tareas más reseñables: la igualá, donde se establece la disposición de los costaleros bajo el paso, midiendo a cada uno y colocando a los de similar altura en la misma fila o trabajadera. Este proceso se realiza a finales de año o comienzos de enero, y puede durar varias horas, toda una tarde, “es importante ase­gurar que todo el mundo está bien medido para que el reparto del peso del trono sea lo más equitativo posible”, comenta Esteban. Para esa distribución de costaleros existen varios métodos, entre ellos el más usual, en el que los costaleros más altos van delante y los más bajos detrás; o en ‘v’, disponiendo a los costaleros más altos en las dos filas de delante y de detrás y descendiendo hasta las filas del centro. Si elegido el sistema algo falla, el capataz debe saber recolocar algún costalero o costaleros para evitar que el paso se hunda por la parte de atrás o “culebree”.

LOS COSTEROS, FIJADORES Y CORRIENTES.­ Hecha la igualá, se notifica a la hermandad el número y los datos de los costaleros para registrarlos –algunas cofradías requieren que se haga hermano de dicha cofradía­, hacerles un seguro y establecer una agenda de ensayos, siempre en horarios fuera de lo laboral, en ocasiones de noche y madrugada, o sábados o domingos; en cualquier caso, dichos ensayos no pueden coincidir con ac­tos de la hermandad, asamblea general, tri­duo… También es necesaria la comunicación a los Cuerpos de Seguridad o Policía para los permisos necesarios.

Cada costalero tiene un cometido u oficio diferente, denominándose costeros, fijadores y corrientes en función de su posición. En un paso con seis costaleros por fila o traba­jadera, los costeros son los dos de cada ex­tremo, ellos equilibran el desnivel de las calles apoyando un poco el tacón; le ayudan en esta labor los fijadores, los siguientes de la fila, empujando con las manos hacia el lado contrario, y los corrientes, que soportan más peso por la vertiente de agua de cada calle, con la parte central algo más elevada.

Tras tener lo anterior dispuesto, el capataz debe comunicar a mayordomía la aproba­ción del calendario para que ésta ceda las parihuelas de ensayo (armazón interior de hierro similar al del trono en peso y dimen­siones). Para que sea realista, dichas parihuelas deben llevar el mismo peso que el trono en la procesión, aunque algunos ca­pataces lo hacen de forma progresiva mien­tras otros empiezan a ensayar con el peso total del paso, que puede ser como mínimo de mil kilos y como máximo puede llegar hasta 3.000 o mucho más, “los tronos son cada vez más barrocos, recargados, con can­delabros, faroles, muchas figuras y el cos­talero debería prepararse físicamente, sobre todo las piernas”, explica el capataz con­sultado. De media, un costalero puede llegar a soportar 30, 40, 50 o más kilos.

Aunque cada hermandad establece un ca­lendario de ensayos, lo habitual son cuatro ensayos y el retranqueo. El retranqueo se realiza en vísperas de la estación de peni­tencia de dicha hermandad, consiste en re­alizar varios movimientos fuertes o ‘levan­tás’ del paso ya montado, a falta solo de los exornos florales, “se trata de comprobar que todo está anclado y sujeto, un aspecto muy importante que es minuciosamente obser­vado por el mayordomo o prioste, los capa­taces, los manigueteros –son los que se sitúan en los cuatro vértices del paso, en los pequeños mangos, brazos o maniguetas que sobresalen­, etc. En cada ensayo se incluyen ya las marchas seleccionadas por la Junta de Gobierno. Dependiendo de cada herman­dad, de la duración de su estación de peni­tencia y del número de nazarenos, la cifra de marchas puede variar pero siempre se elige un número suficiente para lucirse en la calle, es el conocido como itinerario mu­sical. En otras procesiones más sobrias, el único acompañamiento musical es un tam­bor y algún instrumento de viento, “tan bo­nitas como las marchas de una agrupación musical”.

La música debe ir encajada a la perfección en cada tramo, los costaleros ensayan con las marchas ya seleccionadas para establecer en el momento los cambios de ritmo a su manera de andar; el vocero es el encargado de anunciar ese cambio. En una procesión de más de 3 horas, se pueden seleccionar 30 marchas, cada año se van introduciendo nuevas e intentando mejorar la escenografía y ‘coreografía’ del paso.

Antes de un mes, la hermandad comunica el itinerario musical definitivo a la banda que realiza los ensayos generales con las marchas definitivas. Algunos capataces acu­den a esos ensayos musicales para escuchar su sentido rítmico, su toque de tambor, la interpretación si es más lenta o más rápida con el fin de que no haya variaciones res­pecto a los ensayos de los costaleros con música enlatada. Si alguna composición no cuadra, se cambia.

Todo esto, Esteban lo refleja en cuadran­tes de Excel o gráficos, como hemos co­mentado al principio: asistencias a ensayos, itinerario musical por tramos, suplementos de cada trabajadera o fila… En su caso, ha seleccionado una cuadrilla y media de costaleros, 60 personas, “y los puestos clave el día de la procesión, con la papeleta de rele­vos en la mano, se la doy a los costaleros que han venido a ensayar”, enfatiza.

Muchos otros oficios y labores también son importantes, como la limpieza de todos los enseres, el arreglo de una madera gastada y deteriorada, la puesta a punto de las túni­cas de los nazarenos, los traslados de imá­genes, el reparto de velas y cirios, la distribución de la procesión con diputados por tramo, el orden, el silencio, el sacrificio, la fe…

Mientras el virus del COVID­ 19 está presente en estos días, los cofrades han pasado de la pena infinita a la resignación, “porque lo primero es la salud” aunque con el ánimo de poder empezar a organizar una Semana Santa 2021 con más fuerza si cabe “sin olvi­dar que la Semana Santa no solo es la celebración exterior en las calles, también existen los Santos Oficios y la Vigilia Pascual que debemos celebrar como cristianos que somos”, subraya un cofrade.

La responsabilidad de todos los hermanos y cofrades es mayor teniendo en cuenta el valor patrimonial de las imágenes y los atributos que se ponen en la calle. Aunque mu­chas de las imágenes fueron quemadas du­rante la Guerra Civil española, muchas hermandades conservan libros de reglas, es­tandartes, varales, cetros y otros atributos originarios de su fecha de fundación, las menos de los siglos XVI y XVII, y la ma­yoría entre los siglos XVIII y XIX, salvo las más recientes del siglo XX y XXI.

En algunos casos, dichos atributos son aún más valiosos que las propias imágenes, debido a su valor histórico, aunque las fi­guras son igualmente objeto de atención y cuidados por parte de las hermandades, ya que cada cierto tiempo se deterioran y es conveniente conservar o restaurar, en algu­nos casos cada diez años y en otros cada menos tiempo.

Es difícil y relativo cuantificar el coste que sobrelleva este ingente trabajo, una me­dalla de hermandad suele costar un mínimo de entre 15 y 20 euros, según las fuentes consultadas, aunque si se adquiere de plata se puede elevar a 200 euros o más, igual puede suceder con los tejidos de las túnicas de las imágenes, de los penitentes, las flo­res… Un llamador de plata por el que los capataces llaman a levantar el paso a los costaleros, puede sumar mil euros… En cualquier caso, un enorme esfuerzo humano y crematístico realizado por los cofrades, en algunos casos con alguna ayuda de los ayuntamientos, para que la Semana Santa, algunas declaradas de interés turístico na­cional o internacional, pueda atraer cada año a miles de personas.

XXV aniversario de la bendición de la Virgen de las Siete Palabras

Dentro de las efemérides de esta Semana Santa, una de las más destacadas ha sido el XXV aniversario de Nuestra Señora María Santísima de las Siete Palabras de la Real Hermandad Sacramental y Cofradía de Nazarenos del Santísimo Cristo de la Expiración, María Santísima de las Siete Palabras y San Juan Evan­gelista de Jaén. En concreto, la bendición de dicha imagen, obra del escultor Luis Álvarez Duarte, fue realizada el 3 de marzo de 1995. Por dicho motivo, la hermandad ha organizado una exposi­ción ‘Mater Tua’ donde se ve el recorrido mariano de dicha cofradía, con Nuestro Señor de la Expiración como titular tam­bién y con salida penitencial en Jueves Santo. En la publicación realizada al efecto, el hermano mayor Pedro Jesús Fernández indica: “Siempre he creído que estas celebraciones extraordinarias suponen un alto en el camino que nos permite, echando la vista atrás, tomar nuevos impulsos para afrontar un deve­nir que siempre soñamos fructífero, para lo que imploramos a nuestros referentes espirituales la fuerza y el acierto nece­sarios para ello”.

Texto: Ayer&hoy Fotos: Wikipedia, Pixabay, Antonio CQ