Con más de 50 años de trayectoria (celebró sus bodas de oro en 2019) este colectivo pelea, diariamente, en derribar las barreras sociales, arquitectónicas y psicológicas que la calle tiene como barrera. Tras una intensa agenda, el “parón” del covid no se lo ha puesto especialmente fácil a los sordos; confinamiento aparte (que siempre crea problemas a todos) y el miedo al contagio… las personas que no pueden hablar ni escuchar tienen un gran lastre: la imposibilidad de leer los labios por el uso de la mascarilla. Les ha salvado el uso de las nuevas tecnologías y videollamadas, pues sin las mismas (comunicación visual) estarían más aislados.

Conscientes de que todo esto pasará, preparan engranajes de futuro con optimismo, en parte por una mayor sensibilidad de la calle hacia ellos, en comparación antes de la pandemia, y el gran equipo humano que trabaja en esta entidad. Conozcamos APROSOJA; su historia, metas y… su labor social para nuestros jienenses.

Izq.: Manuel Martínez Pérez, Lydia Moya y María Isabel Martínez. Dcha.: El aula de formación de Aprosoja. 

Las instalaciones del mítico “club 63” albergan, desde 2012, una de las firmas más representativas en defensa y desarrollo social de un colectivo muy especial: APROSOJA.

Estas siglas, que representan a la asociación provincial de personas sordas de Jaén, tienen mucha historia detrás de las mismas: más de 50 años defendiendo, a capa y espada, la integración de las personas con problemas de audición y habla; una dura discapacidad que no les impide hacerse ver con multitud de actos, galas, eventos deportivos… demostrando que, muchas veces, la mente es el verdadero obstáculo para llegar a las metas fijadas.

Manuel Martínez Pérez (Lolo), sudirector general y vicepresidente cuenta, siempre con una sonrisa, desde los problemas cotidianos a los que tienen que enfrentarse hasta la cruda realidad que ha supuesto la pandemia para sus asociados; si ya es un reto vivir en una sociedad que pone mala cara cuando se pide que se baje una mascarilla (con el único fin de poder leer los labios), la imposibilidad física de poder relacionarse, por miedo al contagio, dio al traste la vida social de sus asociados -al principio fue horrible- detalla, pero gracias al uso de las redes sociales se ha mitigado (en parte) esta falta de “diálogo” entre los sordos.

En estas dos imágenes, algunos acontecimientos del pasado, plasmado en recortes de prensa, o en una fotografía de inauguración del nuevo local de la Asociación, en marzo de 2012.

Las instalaciones de la asociación son como una “cápsula del tiempo”, pues narran claramente su trayectoria, a través de los objetos y carteles expuestos: senderismo, cursos de lengua de signos, eventos deportivos, galas solidarias…dando fe que la comunidad de sordos tiene afán de superación; no obstante, un colectivo de más de 9.000 personas con deficiencia auditiva, y 5 décadas de superación en cuanto a obstáculos, lo constatan.

Entre los estantes repletos de máquinas de escribir, cámaras vintage, aparatos específicos auditivos, etc., bien se puede hacer una comparativa tecnológica: de la mecanografía a los implantes auditivos, mucho han cambiado las cosas desde el 69. Puede dar prueba de ello María Isabel Martínez, una de las mediadoras comunicativas de la entidad, que actúa como intérprete en este reportaje; a los 18 años perdió la capacidad de escuchar, pero ahora, a sus 22 primaveras, puede tanto ayudar a “transcribir” las palabras del presidente como disfrutar de las música pop y rap, gracias a su implante (que sobrecoge, la verdad). Es otra anotación del afán de superación del colectivo.

Por otra parte, su compañera de trabajo, Lydia Moya (también mediadora) no nació sorda, pero su buena formación en lengua de signos le vale, perfectamente, para poder ayudar, con excelente calidad, a los datos que “Lolo” ofrece para la realización del presente texto; son sus “manos derechas y sus oídos” en este campo.

Alguno de los sistemas empleados por los sordos y un premio a la trayectoria asociativa en la II Gala del Deporte Adaptado.

En un recorrido por la sede, una vez pasados los recortes de prensa de época en las paredes, se puede observar una de las salas más importantes del lugar: el aula de formación. Es una pena que no presente trasiego de gente, pues la pandemia ha hecho mella en este sentido.

Pérez se lamenta de ello, al igual que el resto de su equipo, pero reseña, también, una obviedad importante: la falta de recursos de muchos de sus asociados les ha impedido hacer frente, incluso, a las cuotas ordinarias, de las cuales depende su firma para hacer frente a los gastos comunes; una lástima, pero desde Aprosoja son conscientes de la cruda realidad.

Matizando este aspecto económico, el director y vicepresidente destaca la doble “vara de medir” de la clase política: pese a las ayudas (insuficientes), no cree que los mandatarios, independientemente del color de sus filas; “como ellos no sufren estas deficiencias auditivas, no son conscientes de nuestra necesidad” -señala-.

Realmente hace falta más, es un hecho más que constatado; sólo al conocer su gran labor, que vio la luz en la época de los “600” y continúa en pleno apogeo de los “híbridos”, cualquier ciudadano de a pie puede comprender (con una simple visita / charla con Aprosoja) que dicho colectivo merece más recursos, comprensión y … reconocimiento social.

Texto: Manuel Miró Fotos: M. Miró, Aprosoja