Insigne fortaleza calatrava de la campiña norte jienense

Antonio Salas Sola / Historiador del Arte y
Gestor Cultural.

La campiña norte de Jaén tiene en el castillo de Lopera uno de los hitos arquitectónicos medievales cristianos más representativos. Su tipología y solidez constructiva le erige en adalid de la poliorcética Calatrava, cuyo origen se cimienta en los episodios de conquista Castellana que tendrá en la toma de Lopera y su entrega a la Orden de Calatrava, 1244 y 1242 respectivamente, un punto de inflexión en la inminente configuración del Santo Reino, aquel que tuviera como artífice de excepción al mismísimo Fernando III.

Es Lopera municipio protagonista, como pocos, de hitos y episodios bélicos bajo el paraguas de la lucha civil que, aunque distantes en siglos, tendrán a su castillo como sujeto paciente, lo que le confiere al mismo cierto carácter épico y le convierte a su vez en el principal guardián de los tesoros, patrimonio y memoria histórica de esta villa.

Lejos queda el actual emplazamiento del castillo loperano del primitivo asentamiento romano del cerro San Cristóbal quién sufrirá abandono paulatino a partir del siglo IX a favor de una red de pequeñas alquerías en zonas prósperas para el cultivo y estratégicamente ubicadas para defensa de las huestes enemigas. Es en una estas alquerías, concretamente la más próxima al arroyo Salado, donde se irá conformando un núcleo urbano medieval entorno a una primitiva fortaleza, que algunas fuentes apuntan que tuvo origen islámico y sobre la que se irá configurando a lo largo de más de diez siglos la actual fisionomía del municipio loperano.

Ocupando uno de los lugares más emblemáticos del actual municipio de Lopera, el castillo se presenta como una imponente fortaleza de origen calatravo, ofreciendo en un primer golpe de vista una fábrica de mampostería que le confiere un aspecto paramental homogéneo a lo largo de un perímetro pentagonal irregular amurallado que es coronado por una rítmica sucesión de almenas y merlones. Flanqueando cada esquina, de sus más de tres mil metros cuadrados de superficie, una torre. Un total de cinco torres macizas, tres de ellas cilíndricas y dos rectangulares, con generosos matacanes desde los cuales controlar el acceso al interior del castillo por una de sus dos puertas reconocidas, la principal al oeste de sobria y bella factura, como antesala de un generoso patio de armas.

Algunos detalles detalles y vistas de la fortaleza. (Fotografías cedidas por Turismo del Ayuntamiento de Lopera)

Organizando el escenario del patio de armas emerge una estructura al amparo de dos monumentales torres, que conocidas como de Santa María, quién se erige como torre del homenaje, y San Miguel, enmarcan la fábrica de una primitiva iglesia con la que contó la fortaleza Calatrava loperana. Primitivo templo de caprichosa factura valido de las estructuras de mencionadas torres como parte de sus estancias religiosas, esas en la que no faltarán elementos arquitectónicos que evidencian la influencia artística de la época configurando en su tiempo una más que loable iglesia fortificada, que gozará de enorme relevancia hasta su paulatina transformación a mediados del siglo XV en estancias residenciales entre cuyos moradores eventuales tuvo al insigne Comendador de Lopera y Marqués de Villena, Pedro Pacheco. A esta transformación sufrida en la Edad Moderna le sigue la reutilización contemporánea como centro logístico de cierto tinte comercial para cuyo fin se ve envuelta en una serie de desafortunadas y significativas transformaciones estructurales que evidencia una pérdida irreparable para la recuperación original de las infraestructuras defensivas del castillo. Especial relevancia de lo descrito en líneas anteriores tiene la adquisición del castillo por la familia Valenzuela-Sotomayor a finales del siglo XIX quien irá transformando las principales estancias y creando nuevos espacios en favor de la utilización de la fortaleza como bodega y fábrica de vino.

El carácter privativo de la fortaleza unido a la perseverancia y el orgullo de un pasado histórico como Encomienda Calatrava hace que los vecinos de Lopera se unan en aras de recuperar la titularidad municipal del castillo, hecho que se produce en diciembre de 2012. Este hito supone un esfuerzo para relanzar su puesta en valor que viene acompañada de una serie de intervenciones de restauración y estudios arqueológicos que sirven para refrendar a la fortaleza el papel trascendental que esta ocupó desde sus inicios como centro político y administrativo de la zona. Visita de obligada referencia en la Ruta de los Castillos y Batallas de la provincia de Jaén, el castillo de Lopera se presenta al viajero que recorre el paraíso interior jiennense como uno de los mejores ejemplos de fortificación medieval calatravo, quién ya fuese elevado a la categoría de Monumento Histórico y Bien de Interés Cultural en el año 1992.