Un clásico de la calle San clemente

Esta firma fotográfica, de marcado carácter familiar, lleva desde 1985 siendo uno de los referentes comerciales del corazón de la capital jienense. Ha visto épocas de bonanza, recesión, crisis, digitalización…, sin perder un nicho de mercado cada vez más complicado: el mundo de la imagen; uno de los secretos para “seguir en pie” no es otro que la especialización en su sector.

Foto Color Jaén es un ejemplo de firma que tiene recorrido profesional previo a su apertura: Ya en el 77, en pleno auge de la música disco, Pedro Ramírez estaba, cámara en mano, en una tienda (también familiar) donde hacía reportaje social, cámara en mano, revelaba y atendía a los clientes. 7 metros cuadrados en el pasaje Mazas. 8 años después, con el “boom” del carrete fotográfico y la socialización de la fotografía, se instaló, en sociedad con su hermana Rosa, en uno de los pulmones comerciales de la ciudad: 100 espaciosos metros en la calle San Clemente. La transición de los 70 a los 80 fue su cantera de formación en su sector, ahora en plena crisis, como es la imagen fotográfica.

Tres décadas y media después, y pese a seguir en la brecha, el panorama es muy distinto: “De los más de 15 empleados y tres tiendas abiertas, ahora quedamos 4, en parte por la crisis”, subraya Pedro, mientras encuaderna un reportaje de manera totalmente artesanal.

Izq.: Pedro Ramírez en el año 2000. Dcha.: material fotográfico que se vendía a profesionales a finales de los 70 y principios de los 80, en concreto una Nikon f2 as, junto a un fotómetro Gossen Lunasix 3, de aguja.

La época dorada de la fotografía comercial duró hasta el siglo XXI, pero la entrada del “milenio digital” mermó las ventas; con el auge de las cámaras digitales, la opción de revelado de los aficionados (sus fotos en una hora) se quedó estancada; tanto es así que, en 2008, Pedro se quedó solo frente al negocio, con la única ayuda de sus hijos, que se fueron incorporando poco a poco, con tal que alcanzaron la edad laboral. “Ahora la tienda da de comer a 4 familias, y tras expandirnos, hemos regresado a la base íntegramente familiar”, explica Pedro de nuevo, mientras su hija despacha en el mostrador, y sus hijos revelan fotos con la “printer” en la trastienda. Ahora, con la pandemia, han bajado mucho las ventas, pero se mantienen.

La confianza es crucial para el patriarca, pues prefiere no crecer, pero mantenerse en el mercado y dormir tranquilo por las noches. La especialización de cada empleado es clave para el buen desarrollo de la empresa: Pedro realiza labores de encuadernación y gestión; su hijo mayor, también Pedro, lleva el estudio y las relaciones públicas, Salva, la informática y filtrajes, e Inma de atención al cliente.
Mucho ha cambiado el concepto de negocio con respecto al pasado; de vender material de blanco y negro, pasan al primer laboratorio de color para el aficionado en la provincia, algo sustituido actualmente con las “printers” digitales, y apoyado con los productos de telefonía de última generación, patinetes eléctricos y demás accesorios: renovarse o morir, es la transición gráfica del haluro de plata al ccd (dispositivo de carga acoplada, de fotografía digital). El “jefe” recuerda, no sin cierta añoranza, la época en la que los ajustes de color para las copias se hacían a “ojímetro”, y los escaparates estaban repletos de máquinas analógicas (Nikon, Canon, Zenith, Ricoh…) en lugar de los smartphones, tablets y cámaras de acción. No lo echa de menos, pero sí lo rememora. Gran parte de la clientela se ha mantenido fija, pasando el relevo generacional de padres a hijos, al igual que la regencia de la tienda.

Hoy día el consumidor reclama otros productos, pues según cuentan en la tienda (y se puede apreciar durante la realización del reportaje) los jóvenes se interesan más por los amperajes de los “monopatines eléctricos” y los “gigas de ram” de los móviles que por el revelado fotográfico.

Izq.: Material fotográfico. Dcha.: Ramírez, encuadernando un álbum fotográfico. Dcha.: Fachada del establecimiento.

No obstante, tanto a los clientes clásicos como a sectores del ramo de la enseñanza se les sigue, previa reserva, surtiendo de material químico; “hay que mantener la esencia, pese a que no es muy rentable”, comenta Pedro.

En cuanto al público profesional, que no faltaba antaño, la inclusión de las plataformas de compra online y la digitalización de la fotografía han hecho que no se pueda competir con los gigantes y declinar, prácticamente, este sector del mercado, pues la inversión que hay que efectuar para competir con los mismos se escapa de la economía de una empresa familiar…, aunque este tipo de atención personalizada, de toda la vida, sigue siendo, a mi juicio, mucho mejor en un profesional de cierto prestigio que la que nos podemos encontrar en grandes superficies y compras online, pese a un leve incremento en el precio.

Confiando en que perdure su empresa (de las pocas que quedan en Jaén en su especialización), Ramírez tiene puestas sus esperanzas en sus vástagos, pues se acerca la edad de la jubilación; el legado que les ha inculcado a los suyos, y la formación de los mismos, así como la necesidad de mantener su puesto de trabajo, a buen seguro que dudará, al menos, otros 35 años más en San Clemente. No veremos proyectores de diapositivas ni ampliadoras en su icónico escaparate, pero los altavoces, leds y demás aparatos de última generación a buen seguro que estarán presentes, sin dejar la esencia de su negocio: la fotografía.

Texto: Manuel Miró Fotos: M. Miró; cedidas por Foto Color Jaén