Homenaje en Porcuna a siglos de arte y oficio en torno a la piedra

Antonio Salas Sola / Historiador del Arte y
Gestor Cultural.

Aquí estoy, sentado sobre esta piedra aparente. Sólo mi memoria sabe lo que encierra (…) estoy y estuve en muchos ojos, yo solo soy memoria y la memoria que de mí se tenga, escribía Helena Garro en su libro ‘Reencuentro con personajes’ (1982). Este fragmento sirva como homenaje al artífice de tan singular monumento, D. Antonio Aguilera Ruedas, “Gronzón”, nacido en Porcuna, cantero de profesión cuyo legado es memoria viva en el catálogo patrimonial de la arquitectura jiennense.

Es Porcuna tierra de canteros, de milenaria tradición, arte y oficio convertido en modo de vida, en expresión artística y cultura que busca reinventarse cada día en aras de ser fiel a las bondades naturales, que en forma de canteras, ha convertido a la piedra junto al olivar, en su bien más preciado.

Desde Ipolka a Obulco, de Bulkuna a Porcuna, canteros y escultores han sabido transformar la piedra en arte, entre ellos, aquel Antonio Aguilera “Gronzón” cuya odisea, de construir una casa realizada íntegramente en piedra, se tornó en proyecto de vida, en reto personal, que le llevaría a empeñar, la no desdeñable cifra de 29 años en su construcción.

 

En las imágenes, varios aspectos del interior y exterior de la majestuosa Casa de la Piedra construida por Antonio Aguilera a lo largo de 29 años. (Fotos: Javier Callejas/Ayuntamiento de Porcuna, Concejalía de Turismo)

El origen de “La Casa de la Piedra” se remonta a 1931, cuando este cantero porcunés comenzó la ardua tarea de construir, no sin dificultades, una casa realizada íntegramente con piedra extraída de canteras de Porcuna. Hombre docto en la materia, sin más herramienta que las propias de un cantero y más planos que su prodigiosa cabeza, comenzó a forjar en su mente la construcción de una casa, cuyo nombre le vendría dado por “la piedra” de enorme tamaña de una sola pieza, que decidió utilizar, como mesa del conjunto representativo de la Santa Cena que hoy puede observarse en el patio de la casa.

A las dificultades de tan compleja tarea constructiva, se les unen las de un terreno poco estable y el contexto histórico que le toco vivir, especialmente el de una dura posguerra que vio como poco a poco, y con muchas horas de dedicación, la casa iba tomando forma hasta convertirse en una majestuosa construcción dotada de 5 niveles constructivos, finalizándose en 1960.

La fachada principal de la casa tiene su acceso orientado al Paseo de Jesús, presentando hacia él un espacio acotado donde se distribuye la entrada principal, presentada con puertas de piedra de una sola pieza que permiten el acceso a una zona ajardinada como preámbulo del edificio principal y cuya fachada presenta volúmenes muy definidos. Es el acceso a su interior lo que denota la majestuosidad de la construcción. La primera sala interior es toda una declaración de intenciones, al presentar una cubierta adintelada de 15 piezas de piedra, engarzadas entre sí, confeccionadas a modo de artesonado. En esta planta principal se distribuyen varias estancias como cocinas y dormitorios.


El acceso a plantas superiores e inferiores se hace mediante escaleras diseñadas con peldaños de una sola pieza. Actualmente y tras la reciente restauración (realizada en el periodo 2016 –2018), se ha dotado de un ascensor que permite accesibilidad total a las estancias interiores de la casa, eliminado las barreras arquitectónicas del programa original que impedían el disfrute de esta singular construcción a personas con movilidad reducida. La planta superior la forma una terraza y dos pequeñas torres a los lados, ambas dotadas con elementos decorativos en piedra que destacan por su belleza y complejidad: faroles de piedra, chimeneas y artesonados con decoración a modo de “toldo de sogas y tela”, este último con detalles decorativos que demuestran la destreza y sensibilidad artística del autor.

El resto de plantas del edificio parten desde la Ronda Marconi hasta las plantas superiores anteriormente descritas, resolviendo con maestría el desnivel existente entre la citada calle y el Paseo de Jesús. De abajo a arriba, las plantas inferiores fueron concebidas, respectivamente, como taller de cantería y como salón, cocina y patio. La majestuosidad constructiva en piedra se puede observar en cubiertas abovedadas de medio punto observables desde la planta inferior y en especial en la zona del aljibe, primitiva parte constructiva de la casa, cubierto con seis arcos de medio punto, que en palabras del propio autor “estaban hechos con piedras o dovelas en seco parecidos a los arcos del acueducto de Segovia”. En el patio, no pasa desapercibida la singular representación de la mesa de la Santa Cena, mesa y asientos en piedra, diseñados estos aprovechando las bondades que la piedra otorga al que se sienta sobre ella y ofreciendo en su conjunto un espacio cuya contemplación evoca las virtudes de un hombre y su utopía, y cómo esta se hizo realidad sin más empeño que el esfuerzo, tesón y destreza necesaria para dominar una profesión con siglos de tradición en esta tierra.

Desde su finalización a nuestros días, “La Casa de la Piedra” se ha erigido como un monumento único y nos atreveríamos a decir irrepetible, alcanzando una proyección mediática y social relevante, causa y efecto de serle otorgada al artífice de la casa D. Antonio Aguilera Ruedas la Medalla de Oro al Mérito del Trabajo en 1971.