‘Yayyan y el Hammam Al–Walad’

Antonio Salas Sola / Historiador del Arte y
Gestor Cultural.

Notorio fue el paso de los árabes por Jaén. Cinco siglos trascurrieron entre la toma árabe de la ciudad (713) y la posterior conquista de Fernando III (1246), en ese espacio temporal la ciudad adquiere protagonismo como enclave estratégico, lo que obligó a desarrollar un complejo entramado defensivo que protegiese medina, alcazaba y alcázar. A las cuestiones de poliorcética se le unen la abundancia de agua y la fertilidad de unas tierras óptimas para el cultivo, cuestiones estas que no pasaron por alto los distintos walíes locales que van sumando infraestructuras a la ciudad hasta alcanzar un desarrollo urbano pleno a mediados del siglo XI, fecha en la que se data el Hammam al –Walad ‘baño del niño’, como ejemplo más representativo de la docena de baños árabes que se construyeron en Jaén hasta el siglo XII.

El agua y la cultura islámica se encuentran en Jaén para dar forma a una red de baños públicos con connotaciones sociopolíticas y religiosas para un pueblo, el musulmán, que entendía estos espacios como infraestructuras cruciales en el desarrollo urbano de sus medinas, en particular Jaén, ciudad regada por abundantes manantiales de agua. La ubicación de estos Hammam solía rondar zonas cercanas a mezquitas y zocos, ya que en sí mismos los baños eran espacios vertebradores de la vida social en Al-Ándalus. Este es el caso de los Baños Árabes que nos concierne, un espacio de 450 metros cuadrados destinados exclusivamente al uso de las bondades del agua desde el punto de vista terapéutico, social, ocioso o religioso. Este espacio, de convivencia entorno al agua, construido en el siglo XI, con modificaciones en el siglo XII, es utilizado tras la conquista cristiana hasta bien adentrado el siglo XIV, cuando sus cuatro estancias principales: vestíbulo, sala fría, sala templada y sala caliente, abandonan su función original a favor de las propias de una tenería: limpieza, curtido, recurtimiento y posterior acabado de la piel de animal en su proceso de transformación en cuero. El abandono paulatino del espacio y su pérdida de identidad es aprovechado, a finales del siglo XVI, por el Conde de Villardompardo y Virrey del Perú, Fernando de Torres y Portugal, el cual edificó su palacio sobre la estructura de los primitivos baños árabes, hecho que a la postre supuso el ostracismo durante siglos del Hammam y que tras su recuperación, en el siglo XX, variase su nomenclatura pasando a denominarse Baños Árabes del Palacio de Villardompardo, nombre con el que se conocen actualmente.

De izquierda a derecha, sala caliente, sala fría y vestíbulo de entrada y taca de los baños árabes. Los de Jaén son los baños árabes más grandes que se pueden visitar en Europa y norte de África. (Fotos: Diputación Provincial de Jaén)

Es precisamente a principios del siglo XX cuando el palacio pasó a formar parte del inventario patrimonial de la Diputación de Jaén. Tras convertirse en bien demanial se desencadenan una serie de actuaciones que desembocarían en la recuperación del primitivo Hamman, gracias al empeño que pusieron figuras relevantes como Enrique Romero de Torres o Manuel Gómez Moreno quien elevó la figura de protección de los baños hasta ser declarados Monumento Nacional en 1931. A estas actuaciones relevantes le siguen las primeras labores de restauración que comenzadas en el año 1936 llegarían a su conclusión, con muchos avatares de por medio, en 1984, teniendo como artífice de su aspecto actual al arquitecto jiennense Luis Berjes Roldán.

El resultado de esas intervenciones hace hoy de este espacio un lugar de referencia para Jaén y su provincia, además de ser los baños árabes más grandes que se pueden visitar en Europa y norte de África. Los 450 metros cuadrados se reparten en cuatro estancias cuya funcionalidad viene heredada de las primitivas termas romanas. A su interior se accede actualmente desde los sótanos del palacio. La primera estancia es el vestíbulo (apodyterium o bayt al maslaj). Se trata de una sala espaciosa dedicada principalmente a la preparación para el baño. En ella se pueden observar dos alcobas laterales y sendas “taqas” (hornacinas en la pared para depositar la ropa del cliente). Dentro de esta estancia destaca la conservación de pintura mural de temática arquitectónica, fechada en el siglo XII y recientemente restaurada. La cubierta de este espacio, y de otras tres salas, tiene como denominador común las bóvedas de medio cañón con lucernas estrelladas que permiten la regulación lumínica y ventilación de los espacios.

Restos cerámicos.

La segunda sala es la conocida como sala fría (frigidarium o baytal-barid). Es la sala de menor tamaño, estructuralmente similar a la anterior, debido principalmente a que era un espacio que se utilizaba durante poco tiempo, esta sala queda conectada con el vestíbulo y sala templada mediante aperturas adinteladas. Es precisamente la sala templada (tepidarium o baytsl-wastani) la estancia más grande y trascendente de los Hammam. Esta se presenta como un gran espacio cuadrado de 11,30 metros de lado, arquitectónicamente diferente al resto, predomina en ella la armonía de arcos que delimitan un espacio central donde se ubica una gran cúpula de casquete semiesférico. Bajo ella aún se pueden observar elementos de conducción subterránea, responsables de la agradable temperatura del espacio, lo que le asigna a esta sala ser el lugar predilecto para el encuentro social de la clientela.

La última estancia corresponde a la sala caliente (caldarium o bayt al-sajun). Como principal característica destacamos las conducciones subterráneas, en consonancia con el hipocausto romano, que eran las responsables de evaporar el agua derramada sobre el suelo caliente de la estancia propiciando el efecto sauna. En esta sala se pueden encontrar estancias con distintas funcionalidades, entre ellas, un espacio destinado a baños de asiento y la zona del hornillo que calentaba el agua llegada, como la de otros baños árabes descritos por el geógrafo Ibn Al-Himyari, del raudal de la Magdalena.

La importancia de conservar este Hammam confiere hoy a la ciudad de Jaén un lugar destacado dentro de los itinerarios culturales con legado islámico. A ello hay que añadir la actual versatilidad del espacio y las distintas intervenciones realizadas en el palacio que los alberga, las cuales han permitido reunir en sus instalaciones, a partir de los años 90, un importante legado arqueológico, además de ser la sede del Museo de Arte Naif y del Museo de Artes y Costumbres Populares. Es sin duda un centro cultural de obligada visita, tanto por la particularidad de continente y contenido, como por la gran cantidad de programación cultural que albergan sus estancias a lo largo del año.