Han pasado más de 33 Años desde que María Isabel Jiménez y su marido, Antonio Pozo Moya, se hiciesen cargo del establecimiento, una de las insignias gastronómicas de la ciudad jienense, enclavado en la céntrica plaza de Belén y San Roque. Hoy en día, combatiendo contra corriente, este matrimonio y sus dos hijos, Antonio y María Isabel, siguen defendiendo tanto la buena mesa como la cocina tradicional desde un concepto de negocio enteramente familiar.

Corría el año 1987 cuando los socios fundadores de la Casa Regional de Córdoba en Jaén, un referente gastronómico y cultural de la ciudad, pasaron el relevo a dos jóvenes hosteleros (aún solteros), Antonio e Isabel; ellos no sólo se hicieron cargo de regentar este icónico local, sino también de defender el legado cultural y gastronómico de sus antecesores: platos típicos cordobeses y tradiciones de las tierras vecinas del Califato.

Tres décadas después, en la Casa de Córdoba se pueden degustar, como antaño, desde el rabo de toro (plato estrella) hasta el salmorejo cordobés, caracoles con tomate y las afamadas manitas de cerdo, pasando por los guisos tradicionales tanto de las tierras del Santo Rostro como de la vecina Córdoba; todo ello sin dejar de lado el atractivo de la extensa barra para tapeo como de los menús completos (apenas por 10 euros), donde un comensal puede degustar, satisfacción asegurada, comidas caseras como habichuelas, potajes y postres tradicionales.

Como reseña, no podemos obviar la típica paletilla de choto al horno, una de las “delicatessen” del lugar, demandada por sus clientes, como un gusto para el paladar.

Lugar de encuentro por excelencia en la capital, pocos son los colectivos que no han pasado por su salón clásico, con una capacidad de más de un centenar de comensales: políticos, empresarios, futbolistas, hijos de los antiguos socios cordobeses…, en definitiva, un espacio engalanado con arcos que simulan a la Mezquita de Córdoba, acogedor y bien decorado, cultura taurina incluida, esperando a sus clientes, ayer, hoy y siempre.