Una marca muy de jaén que antepone sus valores a un posible afán de crecimiento rápido o desmesurado

La historia de esta empresa familiar que ha llevado una aceituna autóctona de Jaén como es la de cornezuelo a la categoría de gourmet y a los lineales de Mercadona es la de un “puedo y no quiero” en el mejor de los sentidos. Aceitunera Jiennense lo tiene absolutamente todo para aumentar el volumen de negocio y el área de expansión. Pero no tiene intención de hacerlo. Como ninguna otra cosa que pueda ir en detrimento de la calidad de la que hoy día presumen sus productos cien por cien naturales.

“Antes los envases apenas incluían el nombre de la empresa y lo que contenían. Ahora se informa sobre alérgenos o propiedades nutricionales. Es genial porque se están dando armas al consumidor para que sepa escoger. Nosotros queremos que nos elijan por la calidad, por lo que, cuanto más sepan, mejor”. La frase es de Blas Palacios Fernández, gerente de Aceitunera Jiennense, y resume el modelo de negocio de una empresa familiar que ha funcionado como un reloj suizo durante los últimos 25 años sin renunciar a ninguno de los valores que marcó su padre y fundador, Blas Palacios Montiel, cuando la creó en 1995. La calidad y lo natural, por delante de la cantidad.

A mediados de los 90, España no terminaba de salir de la crisis económica generada por el estallido de la burbuja inmobiliaria y muchas empresas seguían echando el cierre. El de Aceitunas Barranco, aquí en Jaén, se llevó por delante a Blas Palacios padre, que se vio en la calle después de media vida formando parte de su plantilla. Hay muchas maneras de afrontar un despido cuando superas los 50 años y la coyuntura no es la mejor de cara a intentar acceder al mercado laboral trabajando por cuenta ajena. Y el fundador de Aceitunera Jiennense lo vio como una oportunidad para probar suerte como emprendedor en un sector y en un negocio que conocía como los dedos de sus curtidas manos. Con su decisión de alquilar la nave en la que había trabajado durante los últimos 25 años y montar su propia empresa sobre los cimientos de la ya desaparecida Aceitunas Barranco surgió la historia de Aceitunera Jiennense.

Izq.: Inauguración y bendición de las actuales instalaciones en el año 2000. Dcha.: Fachada de la fábrica en el año 2001.

Los inicios.- Durante un tiempo, las etiquetas de sus productos reflejaron las dos marcas. “Eran los tiempos en los que Míster Proper pasó a llamarse Don Limpio y aprovechamos el tirón”, explica, sonriendo, el actual gerente. No estaba mal tirado. Era una forma de “atraer” a la clientela de Barranco. Una especie de portabilidad lenta y progresiva de la clientela. Pero el logo de Aceitunera Jiennense no tardó mucho tiempo en navegar solo. Como tampoco se hizo de esperar el traslado a las instalaciones, ya de su propiedad, que ocupan actualmente. La mudanza se produjo en 2000 y, para entonces, la empresa ya había dado un giro radical. La carta de productos, por ejemplo, había sido ampliada con la incorporación de nuevas variedades de aceituna, aliños y productos como los ahora ya clásicos “Cocktail” o “Kimbitos”. Y la marca comenzaba a recoger los frutos de la que con el tiempo se ha confirmado como unos de los grandes aciertos de su aventura empresarial: apostar por la autóctona y por entonces casi denostada aceituna de cornezuelo para convertirla en un producto gourmet. “La cornezuelo es una variedad de paso”, explica el actual mandamás, “una aceituna temprana que se cogía en agosto, prácticamente, por tener un producto fresco y de transición”. “Nosotros nos dimos cuenta de que, haciéndola y aliñándola bien”, concluye, “era una aceituna que podía gustar y venderse”. Y vaya si acertaron. Tanto que su particular, artesanal y natural forma de elaborarlas (con sucesivos cambios de agua, bajas temperaturas, tomillo, hinojo, ajo y sal) les ha abierto las puertas en Jaén de los lineales de un gigante de la distribución como Mercadona. “Nos han propuesto hacerlo también en Granada y Córdoba, pero, de momento, vamos bien así que ya lo iremos viendo”, reconoce Blas Palacios. No es falta de ambición, es mantenerse fiel a la premisa de crecer de manera pausada pero segura, apoyándose en la innovación y contando siempre con una clientela fiel y selecta.

Nada de crecimientos a lo loco o soñar con nuevas instalaciones. Y si su cabeza se deja engatusar en algún momento con cantos de sirena, por ejemplo, en forma de exportaciones, no tarda en controlar la pelota con el pecho, bajarla al suelo y recordar aquello que siempre le decía su padre. “No entres en guerras con millones de combatientes, tu lucha es que la gente pruebe tus aceitunas y les guste”. Y la receta para conseguirlo no ha pasado jamás por incrementar la durabilidad a base de aditivos o conservantes. Todo lo contrario. La respuesta estaba en lo tradicional, en productos 100% naturales, sin gluten ni alérgenos y elaborados con un toque distintivo de la casa, como el empleo de cámaras frigoríficas, algo poco común, para almacenar la cosecha.

Izq.: Antiguas instalaciones. Centro: Expositor de algunos de los productos de Aceitunera Jiennense en la tienda física actual. Dcha.: Cámara frigorífica donde se conservan las aceitunas. 

Llega el relevo.- En 1995, año en que se estrenaron éxitos del cine como Seven o Braveheart, Blas tenía 21 y era fontanero. Incorporarse a la empresa recién creada por su padre, lejos de un marrón, fue un reto apasionante para una mente inquieta como la suya. A Blas le va la marcha y se le nota un hombre satisfecho por haber comenzado su andadura profesional desde abajo. Limpiar con agua caliente y lejía las antiguas garrafas de 10 kilos retornables que usaban los hosteleros, envasar, machacar y endulzar aceitunas, repartir…, no hay tarea en Aceitunera Jiennense que no haya desempeñado antes, o durante, de llegar a su cargo como gerente en el año 2012.

Entre medias, además, tuvo tiempo de poner en marcha la tienda online de la empresa en el año 1999. Sí, han leído bien, Aceitunera Jiennense ya contaba con un punto de venta en la red doce años antes de que los españoles pudiéramos comprar en Amazon, donde, por cierto, también pueden encontrar sus productos. Paradojas de la vida. Como paradójico resulta que los trabajadores del sector de la aceituna de mesa no tengan ni convenio propio en la provincia del mar de olivos.

El grupo humano de Aceitunera Jiennense lo componen ocho familias de las que el gerente habla como si fuera su progenitor. Los años y el roce dan cariño. Ya no están todos los que eran, pero no hay día en la fábrica en que no se recuerde a compañeros como Miguel de la Torre. Así es la empresa que gestiona Blas Palacios, una empresa familiar encantada de serlo y de Jaén, Jaén.

Texto: Ayer&hoy
Fotos: Aceitunera Jiennense