Carmina Martínez /
Bloguera

Cuando comencé con mi blog Carmina en la cocina, hace diez años, no podía imaginarme todo lo que iba a reportarme, tanto en satisfacciones como en trabajo.

Lo que iba a ser un “bloc” virtual en el que publicar mis recetas y que accedieran a ellas las personas de mi entorno, terminó siendo un enorme trabajo de cocina, fotografía, edición y publicación de las recetas tanto en la web como en redes sociales.

Aunque no me dedique profesionalmente a mi blog, conozco muchos blogueros y blogueras que vieron su forma no sólo de diversificar ingresos, si no de convertirlo en un trabajo rentable en diferentes áreas, como hacer colaboraciones remuneradas, abriendo un estudio de fotografía gastronómica y de producto para grandes marcas, creando una agencia de marketing digital, impartiendo talleres de cocina, escribiendo libros, diseñando webs, incluso abriendo su propio restaurante.

No es que un blog sea en sí la puerta al mundo laboral, pero son tantas las parcelas profesionales que se tocan, que puede que en una de ellas encontremos una actividad con la que ganarnos el pan.

En mi caso, y aunque no sea mi trabajo habitual, sí que intento cuidarlo y mejorarlo, por eso, una vez que las visitas empezaron a llegar, me di cuenta de que tenía que buscar mi “nicho”, porque hay millones de blogs de cocina; entendí que podía fidelizar esas visitas y convertirlas en “seguidores” si buscaba una especialidad, como es la gastronomía tradicional y el aceite de oliva.
Otro de mis objetivos fue mejorar las imágenes, pues es la mejor forma de llamar la atención en redes sociales y atraer visitas. Un bodegón cuidado, un fondo, un tablero, un mantelito, servilletas, flores, diferentes platos y cubiertos, cuidar los colores, la luz, la disposición… así que no lo dudé y me apunté a diferentes cursos de fotografía, y al igual que con el blog, me centré en la fotografía culinaria.

Un blog se abre con la idea de llegar al máximo número de personas posible, y eso sólo se consigue si además se le da publicidad a través de las redes sociales.

Bien utilizadas, pueden ser la mejor herramienta para darse a conocer y aumentar las visitas a nuestra web, el fin último de cada post que publicamos.

Pero gestionar bien las redes sociales no es tarea fácil, y aunque hoy en día casi todo el mundo posea una cuenta en una, dos o tres de ellas, hay que tener muy claro qué imagen queremos transmitir, cuál es nuestra “marca personal” y una vez conseguido, olvidarnos de decir todo aquello que nos apetecería en un momento dado. Un sólo error puede echar al traste con la reputación online que hayamos podido conseguir. Así que decidí hacer un curso de Community Magnagement para aprender un poco más sobre ellas, descubriendo así un mundo fascinante.

Saber “enganchar” a tu audiencia, que comenten y compartan tus publicaciones, es algo que sólo se consigue con constancia, dedicando diariamente unos minutos a contestar a los comentarios, y a la vez, comentar a otras cuentas.

Medir el alcance, ver la evolución, saber qué tipo de publicación llega a más gente, ver cómo evolucionan los demás blogs… requiere de un tiempo y un esfuerzo a veces imposible, pero siempre necesario.

Aunque hablo desde el punto de vista de la actividad “blogueril”, esto se puede extrapolar a una empresa. Las redes sociales suponen hoy en día, una gran herramienta de publicidad que además ofrece un añadido, y es la posibilidad de crear comunidad, entablando una relación tan cercana con los seguidores que puede convertirlos tanto en clientes como en prescriptores de nuestra marca. Y esto sólo se consigue con un profesional, por mucho que nos empeñemos en que manejar las redes sociales es algo tan fácil como poner una foto de nuestro producto y contar lo bueno que es.
Un bloguero o bloguera lo sabe, y por eso dedica mucho de su tiempo a aprender sobre el manejo de redes sociales. Porque sin ellas, el blog se quedaría en un “bloc” virtual en el que nuestras publicaciones sólo serían visibles para nosotros mismos.