Arquitectura Contrarreformista en el Sacromonte Urgavonense
Pasear por el conjunto histórico de la ciudad de Arjona es sumergirse en un viaje por cinco mil años de historia, visibles a través de un patrimonio monumental singular, original y de raíces. Este patrimonio se ve condicionado por hitos históricos acontecidos en esta noble villa, cuya consecuencia directa se deja sentir en su fisionomía urbana. Esta tiene como epicentro el antiguo alcázar, que elevado a 458 metros sobre el nivel del mar moldea una silueta inconfundible en el horizonte de la campiña norte jiennense. Del extenso catálogo monumental conservado en él, destaca el Santuario de las Sagradas Reliquias, templo cuya génesis justifica el apelativo de “sacromonte urgavonense” al entorno donde se erige.
La historia de este templo es consecuencia directa de los hechos acontecidos en Urgavo en los albores del siglo IV de nuestra era, que serán manifestados en la primera mitad del siglo XVII con el hallazgo de restos óseos, reliquias, elevados a la categoría mártires cristianos por el Obispo Baltasar Moscoso y Sandoval, promotor de la edificación de este santuario, como así queda constatado en el texto que él mismo envío al Concejo, Justicia y Regimiento de Arjona en 1639, al que se refería en los siguientes términos: “Será Dios servido vaya presto a Arjona para que hagamos luego a los Santos Bonoso y Maximiano alguna capilla donde pueda decir Misa y encomendarse a los Santos los que lleguen al santuario con la devoción que se merecen”.
Las trazas del templo son obra del arquitecto Juan de Aranda Salazar, planteando, a partir de 1639, la edificación de un santuario aprovechando los lienzos de murallas existentes entre la torre del Rastrillo y la torre de los Santos, elementos defensivos de origen medieval que protegían el acceso al antiguo alcázar. El desnivel existente entre los citados elementos defensivo, con el propio alcázar, condiciona el proyecto hasta el punto de realizar un templo en dos alturas con acceso a su interior por ambas, dividiendo la funcionalidad del santuario en cripta inferior e iglesia en planta superior. El estilo ejecutado se resiste a abandonar planteamientos académicos “Serlianos”, propio en muchas obras del Barroco Jiennense, estilo éste en el que podemos encuadrar el santuario. Los volúmenes resultantes de su planteamiento arquitectónico, modelan una estructura de planta rectangular carente de boato en su exterior, solo quebrada por la espadaña de mampostería de ladrillo elevada sobre la estructura de la ya mencionada torre del Rastrillo y que hoy alberga la inconfundible “Campanica del Turrón”.
El acento artístico exterior queda relegado a las portadas de acceso a ambas plantas, ventanales y cartelas. En lo que respecta a las portadas, la inferior y orientada al norte, servía de acceso a la cripta y destaca por contener elementos artísticos cercanos a los empleados por el propio Aranda Salazar en el retablo mayor de la Catedral De Córdoba, inspiración también escogida para el acento artístico del marco de las cartelas epigráficas ejecutadas a la izquierda de la portada, que narran el contexto histórica de la vida de los mártires Bonoso y Maximiano y el hallazgo de las reliquias. La portada Sur, que abre a la Plaza de Santa María, presenta un vano de medio punto cajeado por pilastras lisas, sobre el que se apoyan dos hornacinas con volutas laterales coronadas por un frontón con el escudo del obispo Moscoso Sandoval y otros detalles propios de influencia “herreriana”, en línea de los ventanales ciegos del lateral oeste.
En este caso el continente descrito enmascara el excelente conjunto de bienes artísticos que dan contenido y articulan la funcionalidad del santuario. En su interior se muestran un conjunto de bienes muebles e inmuebles que destacan por su singularidad y potencial artístico. En la parte superior del santuario se pueden distinguir dos zonas diferenciadas, de un lado la parte el osario o camarín, elevado de la nave principal y de influencia neoclásica, donde se veneran actualmente las ya mencionadas reliquias de los mártires de Urgavo, preservadas en cuatro alacenas y una urna elevada en pedestal, bajo el lucernario de la bóveda. De otro lado la colección permanente del “Museo de los Santos”, que inaugurado en los años setenta del siglo XX, presenta en su colección permanente, un conjunto de piezas de orfebrería religiosa, textiles con ricos bordados, útiles litúrgicos, exvotos, documentos históricos y otros enseres fundamentales en los usos y costumbres de las fiestas patronales de la ciudad de Arjona. Estas responden al acrónimo “Fiestasantos”, como fiesta de los santos mártires San Bonoso y San Maximiano.
La planta inferior, comunicada con el templo superior mediante escalinata interna, albergó en su origen la cripta del santuario. En este caso la sobriedad arquitectónica de la imponente bóveda de ladrillo y su nave central a modo de gran caja horadada, contrasta con el sobresaliente ornato exótico del retablo barroco colonial o hispanoamericano realizado en 1672. Éste albergó en el interior de sus alacenas y tabernáculo, durante casi dos siglos, las reliquias de los mártires, siendo el espacio de obligada visita para aquellos primeros devotos que peregrinaban desde lugares remotos hasta Arjona para ganar indulgencias. Es el retablo colonial, el elemento artístico más singular de este santuario, su fábrica e iconografía lo hacen prácticamente único en el inventario de bienes inmuebles del patrimonio nacional, hallándose solamente un ejemplo similar al ubicado en Arjona. Actualmente, tras varios usos como consecuencia de las desamortizaciones del siglo XIX, la antigua cripta del santuario se utiliza como espacio cultural. Por sus características es utilizado como sala de exposiciones temporales, albergando a lo largo del año muestras expositivas de gran potencial artístico.
No es casualidad que la importancia histórica, artística y devocional que encierra este santuario haya sido fuente de inspiración para innumerables autores y doctos en la materia, que a lo largo de los siglos han intentado y siguen intentando, como es el caso, plasmar en sus textos la singularidad de un templo que influye, como pocos, en el giro argumental de la historia de un municipio. Pocos han logrado trasmitir en esencia la importancia de lo que sus muros encierran, en este caso no basta la palabra impresa, premia la visita.